II

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Al segundo día Natasha Romanoff no se sintió diferente.

No sintió un cosquilleo, algún dolor, pulsación o algo que le avisara que iba a conocer al amor de su vida ese día.

Llegó de trotar por la cuadra y lugares aledaños, y cuando tocó el primer espacio de concreto que pertenecía a ella se dio el momento de parar y respirar de a poco, el aire entrando caliente y forzado por sus pulmones.

Casi sintió la pleura desgarrarse de el órgano, provocándole dolor.

Pausó la música que llevaba ese día: alguna de las canciones que se sabía de Melanie Martínez.

Se quitó los audífonos y caminó por la entrada forestada de su enorme casa, un privilegio de su trabajo.

Al llegar a la puerta y poner la clave para desactivar la alarma, pasó a abrir la misma con la llave que llevaba colgada en un collar que había elaborado ella misma.

La abrió en un intento, como siempre hacía, y encendió las luces cuando entró.

Eran las cinco treinta cuando vio el reloj, así que le quedaba algo de tiempo.

Caminó hasta la cocina, sintiendo como el calzado deportivo no se ajustaba a las baldosas pulidas de su gran hogar. Tomó un vaso y se sirvió un poco de agua, casi sin pasar por alto como sus células se empapaban dentro de su estómago.

Lavó el objeto si efusividad y caminó por las escaleras hasta su habitación, allí dejando su celular y llaves, entrando de lleno al baño del lugar.

Cerró la puerta con el seguro por inercia y se dispuso a despojarse de su ropa.

Comenzó por las zapatillas que casi no usaba salvo para ejercitarse, llevándose los calcetines junto a ellas.

Se puso de pie, moviendo sus dedos para acoplarse al piso.

Tomó el pliegue de su blusa, levantándolo hasta su cabeza y sacándosela del cuerpo, sus pechos quedando al descubierto, ya que la blusa para ejercitarse no ameritaba un sostén deportivo.

Sus pantalones fueron luego, seguidos de su ropa interior.

Al estar totalmente expuesta se metió a la ducha, abriendo el grifo del agua al instante.

Tenía que regular su temperatura, así que pasó del agua templada a la fría en un instante, sintiendo su cuerpo relajarse bajo la misma.

Al pasar de los minutos, y terminando la acción con el jabón y el agua otra vez, ya se encontraba contra el abrigador algodón de la toalla con la que envolvió su cuerpo.

Loción, antitraspirante y body splash eran los pasos antes de la ropa interior y su ropa, los cuales cumplió a la medida.

Ya se encontraba frente al espejo dándose una fina capa de rubor en sus finos pómulos, contorneados por su tersa piel pálida.

No sé sintió diferente, ni algún impulso para colocarse más labial de lo usual le incitaba.

Terminó de rellenar sus labios con un labial rojo como el rubí, o quizás como el rojo carmesí en sus uñas.

Se levantó de la silla, colocándose los tacones y tomando su bolso; eran las seis treinta y seis. Tenía algo de tiempo para analizar a los que serían sus entrevistados.

Caminó hasta su oficina, sí, tenía una en su casa, tomando un par de carpetas que descansaban sobre el escritorio, y las hojeó, informándose del que quizás sería parte de su empresa.

«Boss: Obsession» Remake.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora