Capitulo 6

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No me querían dejar ver a mi amiga, pero use mis influencias, obviamente. Solo así puede pasar a verla.
Pero me horrorizó verla en esa cama, con un yeso en la pierna, y otro en el brazo.

—Ay amiga, que bueno que veniste.— Me dijo muy sonriente.

—Si, bueno. Yo también tengo corazón aunque no lo creas.

—¿A ti quien te dejó entrar?.— Una enfermera se apareció y me interrogó.

—¿Disculpa?, a mi me hablas de usted, que no somos iguales, igualada.
¡Ja!, ahora resulta que cualquier gata me habla de tu, ¿Como ves?.

—Mira niñita, a ti lo puta se te nota, hasta con las luces apagadas, así que no me vengas con pendejadas y me haces el favor de largarte.— Me amenazó.

—Osea, ¿Que onda con tu vida?. Ahora resulta que las gatas le maullan a las perras, hazme el favor. Osea, tu no sabes con quien estas tratando mi cielo. Osea, yo soy hija de uno de los políticos y empresarios mas poderosos del país, ¿Te ubicas?.

—Tu querido papá era un narcotraficante, y una pinche ratota que metieron a la cárcel por andar pasando drogas y vendiendo especies en peligro de extinción. Y aparte con una hija pendeja. A mi no me vengas con chingaderas y te me vas a la verga pero ya.— Chasqueo los dedos.

—No mamacita, a mi nadie me chasquea los dedos, y menos una vulgar corriente asalariada. Osea, vete a limpiar pisos o baños, que es lo mejor que sabes hacer.

—Ahora si te voy a romper tu madre por pendeja.— La tipa se me lanzó encima y comenzamos a pelar.

—Sueltame cabrona.

—¡Tu primero pendeja!.— Le grité. Y esa maldita me arrancó las extensiones.

—¡Te voy a matar por puta!.

—¡Perra, mis extensiones!.

—¡¿Que esta pasando aquí?!. — Gritó un doctor que iba pasando por ahí.
Automáticamente nos separamos.

—Esta enfermera psicópata, me atacó así nada mas, de repente. Esta como enferma mental, de la mente.— Me excusé.

—¿Por que atacaste a la Señorita?.— Le preguntó él doctor a la enfermera.

—Antes que nada. ¿Señorita?, ¡Ja!, no me haga reír. Esta de señorita no tiene pero ni las orejas. Y yo no fui la que comenzó. Ella se me fue encima como loca.

—¡No estoy loca, ¿eh?.— Chillé

—Como sea. Esta loca, se me fue encima y ya no me la podía quitar.

—¿Eso es cierto?. — Le preguntó el doctor a July.

—Mi amiga tiene la razón. La enfermera se volvió loca.— Afortunadamente mi amiga me salvó de esta.

—No puedo creerlo, usted, tan honorable, tan intachable, con un historial limpio. ¿Como se le ocurrió hacer esto?.— La increpó el doctor.

—Pero yo no...

—¡Basta!, no me explique nada. Vaya por sus cosas y hagame el favor de marcharse.— El doctor estaba despidiendo a la enfermera delante de nosotras. Ella me miraba con rabia y yo le dediqué una sonrisa.

—Esto no se queda así, ustedes dos me las van a pagar.— Nos amenazó.

—Bye gata.— Fueron mis últimas palabras antes de que esa estúpida se fuera. Osea, me arrancó mis extensiones, estúpida mi pelo idiota.

—Le pido una disculpa señorita...

—Foxy. Me llamó Foxy, mucho gusto.

—Bien señorita Foxy, creo que las visitas terminaron por hoy.
Pero puede venir mañana a la hora que guste.

—Ay, que amable es usted señor doctor. Muchas gracias.
Ahora si me disculpa, debo retirarme, besos, que te mejores July, nos vemos.— Salí de ahí rápidamente. Los hospitales son de muy mal gusto, y me fastidian, en fin.

Hacia mucho frío y ya era de noche. Me sentía como en una de esas películas de terror.
No había gente a mi alrededor y eso me preocupaba.

Llegué a la parada del autobús y seguia sin haber gente.
Así que me quedé por si pasaba algún taxi, osea, que pena, si mis amigas me vieran, se burlarían de mi.

De pronto, un auto se acerca a toda velocidad, y al principio pienso que tiene prisa, pero me asusto mas cuando el auto se dirige a mi. Yo instintivamente salté a un lado, y pude ver que la enfermera psicópata, lo estaba manejando. Pero al parecer, la estúpida se quedó sin frenos, porque se pasó derecho y cayó en en un hoyo de una construcción.

Así que yo, como persona sensata, hice lo mas lógico y prudente y salí corriendo de ahí. Osea, porque que asco la sangre y las tripas y todo eso.
Y aunque no quise, tuve que caminar.

Minutos Después...

Las calles eran horribles por aquí. Ni un sola persona en kilómetros o metros o lo que sea. Y yo, siendo una señorita joven e indefensa, a merced de algún malviviente.

Miraba hacia a todos lados, porque obviamente no me iba a dejar que algún alíen me secuestrara, la bruja de Blair o cualquier mariguano. Osea, que oso.
Por si acaso, traigo conmigo mi silbato antiviolación, por si las dudas, y mi gas pimienta.

—Mira que rica estas.— Un hombre todo sucio salió desde un callejón.

—¡Voy a llamar a la policía!.— Grité.

—Mejor llámame a mi, estoy disponible para ti mamacita.

—¡Pelado, cochino, sucio, majadero!, ¡Si no te largas te voy a... Voy a sacar mi silbato y además tengo gas pimienta!. Así que no te acerques.

—Esta noche por fin tendré acción.

—¡Ay, auxilio, me quieren violar!.— Grité.

—Nadie te va a escuchar.

—¡No te acerques a ella!.— Un chico muy guapo me defendió. No se de donde rayos salió, pero lo importante es que es guapo y me esta salvando.

El chico le dio un puñetazo en la cara y dejó inconsciente al tipo horrible ese.

—¿Estas bien?.— Me preguntó.

Yo me perdí en sus ojos azules, porque obvio, si no son azules, entonces que ni se me acerque, osea, que oso.

—Si... Ahora lo estoy, futuro novio.

—¿Disculpa?.

—Ah... Este... Perdón... Quise decir que gracias por todo.

—Vale. Dejame acompañarte a tu casa.

—Claro.

Por fin había conseguido novio. Bueno, novio aún no, porque el aun no lo sabe, pero será mi futuro marido.

Work Bitch Where stories live. Discover now