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Día 40

Llegar a casa fue...extrañamente reconfortante. Las luces estaban prendidas, había aroma a comida deliciosa en el ambiente y música en un volumen bajo. Yuri estaba recostado en el sillón, tenia los ojos cerrados pero su cola se movía despacio indicándole que estaba despierto.

—Hey —le llamo y vio sus orejitas moverse hacia él—, llegaste temprano.

—Cerraron temprano —respondió sin moverse, rozaba sus pies entre sí y parecía querer hundirse en el sillón.

— ¿Todo bien? —preguntó acercándose, algo confundido, se veía distinto...olía distinto.

—Creo que estoy enfermo —susurró, abriendo despacio los ojos y cubriendo su boca para estornudar.

Sonrió y posó una mano en su frente.

—Tienes fiebre —le dijo soltándole para ir a buscar la medicina que guardaba en el baño.

—Otabek —llamo con voz cantarina y cansada.

— ¿Quieres que llame a tu madre? —preguntó al volver, sentándose en la mesa de café para poder ponerle el parche frío en la frente.

—No —murmuró estirando los brazos—, ¿me llevas a mi cama?

Sonrió enternecido y asintió.

—Está bien, pero primero toma la medicina.

— ¡No! —quiso ponerse de pie pero la mano del otro le detuvo antes de que pudiera siquiera reaccionar.

—Solo es una pastilla, Yuri, te va a ayudar.

—No quiero —hizo un puchero tratando de quitarse la mano de encima—. Saben feo.

—Toda la medicina sabe feo y no creo que prefieras una inyección.

— ¡No! —giró en el sillón, dispuesto a saltar lejos.

Cualquier intención fue anulada cuando el oso le sostuvo de la cadera con un brazo, el azabache se sentó en el sillón con el menor en su regazo, quien pataleaba y luchaba con el agarre para tratar de zafarse.

—Solo es una pastilla —repitió, forcejeando con el muchacho, tratando de recostarlo de nuevo para ayudarse mejor.

Negó por milésima vez, soltando maulliditos como de un cachorro, pidiendo ayuda a quien no llegaría a socorrerlo.
Se sorprendió cuando giraron y su cuerpo quedó bajo Otabek, no pudo seguir forcejeando y tampoco veía alguna salida posible, su cola se encrespó y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Déjame, por favor —maulló, sollozando bajo, arañando el sillón aunque no le hacia ningún daño.

—Abre la boca y todo terminará.

Bufo y sintió la mano de Otabek sostener su mandíbula, provocando que abriera la boca al fin. Se quejó por el sabor amargo y luego el vaso de agua le fue empujado contra la boca para que bebiera.

Volteo a ver al mayor, con algo de rencor en la mirada y los ojos vidriosos, pero no le dijo nada...tampoco cuando sintió un beso detrás de su oreja provocándole un sonrojó.

—Ya pasó —se levanto despacio, agradeciendo que su pierna estaba considerablemente mejor y que no le había molestado para nada durante el forcejeo...tal vez podría volver a la milicia como quería.

— ¿Me llevas a mi cama? —pregunto con voz temblorosa.

—Claro, ¿pedirás permiso en el trabajo?

Asintió mientras era alzado sin ninguna dificultad aparente, rodeo el cuello de su compañero de casa y se acomodó en su hombro.
El oso pudo sentir un ligero ronroneo contra su pecho y se sintió divertido con la situación, primero pelearon porque no quería tomar su medicina y ahora le ronroneaba, vaya cosa eran los gatos.

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