Día 250. Nostalgia de otoño.

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Otabek miró a la nada jugando con sus pies, la directora del orfanato le había llamado para que fuera al cuarto de entrevistas y le esperara ahí, tenía una media hora que esperaba y comenzaba a desesperarse, pero Beka nunca fue un niño que se quejara mucho. Tenía comida, agua y un techo donde refugiarse del frío así que lo mínimo que podía hacer era comportarse a la altura, o al menos eso creía.

La puerta se abrió entonces y vió a la directora del orfanato entrar, llevaba unos papeles en la mano y había alguien detrás de ella.

—Perdona que te hayamos hecho esperar, Otabek —se acercó y sentó al lado del niño que nunca hablaba—, pero traigo buenas noticias, ¿te imaginas que es?

Negó con la cabeza, dejando de jugar con sus pies para verla atento.

—Alguien viene a adoptarte, ¿puedes imaginar quién es?

El rostro de confusión del menor le indicó que no tenía idea, sonrió enternecida y vió al muchacho que esperaba en la entrada, haciéndole un ademán con la mano para que entrara.

—Otabek, ¿recuerdas a JJ?

El osezno abrió sus ojitos sorprendido por el nombre y volteó a ver al recién llegado que le sonreía con ternura, extendiéndole los brazos como esperando que corriera a él. El niño jugó con sus manitas y apenado bajo la mirada, de pronto sentía sus ojos escocer y su cuerpo entero temblar.

—Anda, Beka, ¿me vas a dejar con las ganas?

Bajó la mirada y se puso de pie con cuidado de no caer de la silla, caminando hacia él con paso lento y un poco torpe. Cuando se detuvo frente al mayor, pegó su cabecita al hombro del otro y cerró sus ojitos sintiendo los brazos del otro rodearle con el mismo afecto que cuando se despidieron. Otabek quiso llorar, pero no lo hizo.

—Iré a pedir que preparen las cosas de Otabek —anunció la directora, poniéndose de pie sin poder borrar la sonrisa enternecida que se había instalado en su rostro.

JJ asintió a las palabras de la mujer y espero a que saliera del cuarto para cargar a Otabek, quien no correspondía al gesto, pero seguía escondido en su cuello.

— ¿Qué pasa, cachorro? ¿Te has sentido sólo? —no se extrañó de sentir al menor asentir—. Creí que eras amigo de ese chico...Leo.

Volvió a negar, entre pequeños hipidos y sollozos silenciosos, sus manitas aferradas a la camisa de JJ que le daba palmaditas en su espalda.

— ¿Por qué no quieres hablarme, Beka? —le preguntó tratando de ver su rostro—, ¿estás enfadado porque me fui?

Negó por última vez, escondiendo su carita tras sus manos, tratando de hacerse una bolita para que no lo viera así.

—Está bien llorar, Otabek, no te avergüences por ello —acarició el cabello de su hermano y le dio caricias suavecitas en sus orejas—, ¿me extrañaste?

Otabek asintió muchas veces como si así le hiciera entender que su partida le había lastimado mucho.

—Yo también te extrañé, cachorro —besó su cabeza y se sentó en el suelo para acomodarlo entre sus brazos mejor—, pero como te prometí volví tan pronto como pude por ti, tuve un par de complicaciones, pero es lo de menos.

Sorbió su nariz, sin dejarse ver aún, estaba temblando sin control.

—Conocí a una chica, ¿sabes? —comenzó a contarle, sin soltarlo—, se llama Isabella, está ansiosa por conocerte, pero tuvo que quedarse en donde vivirás ahora, con nosotros, no pude venir antes porque tenía que casarme con ella para poder sacarte de aquí.

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