[43] Amantes

4.7K 496 99
                                    

Corro la última cuadra más rápido de lo que pensé que podría llegar a correr a las 8 de la mañana, aún con la amohada marcada en mi cara. Empujo la puerta de la librería y me reparo de la lluvia dentro de ella.

El familiar olor a libro nuevo invade mis fosas nasales. Si bien Oliver me había dado tres días libres, estaba aquí de vuelta al segundo. Estar sola en mi casa con este clima de perros, sólo en compañía de mis pensamientos retorcidos me había vuelto más loca de lo que estaba. 

Venir a trabajar hoy había sido una decisión que había tomado hace al rededor de media hora. No podía dormirme, estar todo el día sin hacer nada me estaba matando. Me vestí, y si bien seguía lloviendo, me encaminé hacia la librería. Llamar a un taxi habría demandado demasiado tiempo, y no hubiera llegado para las 8.

Me adentro en el lugar, quitándome mi campera húmeda de mis hombros e inentando peinarme un poco el pelo revoltoso con las manos. Después de meter las cosas en mi locker, me estiro el uniforme y me encamino hacia la oficina de Oliver. Pero me detengo antes de entrar, porque la puerta se abre.

Claudia sale de allí con una taza de café vacía, y también se detiene al verme, confundida.

—¿Lou? ¿No tenías días libres? —dice ella.

—Digamos que sí... pero estoy de vuelta. No los necesito. ¿Y tú, qué...?

Iba a continuar con un "¿qué haces en la oficina de Oliver?" pero lo consideré demasiado rudo como para preguntar. Se me heló la sangre de pensar que mi jefe me había reemplazado por Clau, de que mi trabajo se balanceaba por la cuerda floja. Pero tranquila, Lou, que seguro hay una explicación mejor. Tal vez solo fueran amantes secretos... ¡tal vez acababan de hacerlo sobre el sofá en el que yo trabajo todos los días! 

—Oliver me ha ascendido durante los días que tú no venías... —explica ella.

Oh, ya..., pero de todas formas la teoría de los amantes sigue pareciéndome válida.

—Pues, estoy de vuelta —digo, riendo forzadamente y balanceándome en mis talones en una posición inquieta.

En ese instante la puerta se vuelve a abrir. Oliver aparece frente a ambas.

—¿Louisa? —pregunta él, también confundido.

—No, Roberta —respondo, comenzando a irritarme un poco de la situación.

—¿Qué haces aquí? —dice, ignorando mi sarcasmo.

—Estoy de vuelta.

—Pero... 

—Pero nada, Oliver. No necesito días libres. Quiero trabajar.

Oliver me mira por unos segundos, y luego mira a su amante, eh, digo, Claudia. Ella le devuelve la mirada.

—Bien, supongo que puedes volver a tu anterior puesto, Clau —le dice.

¿"Clau"? ¿Desde cuándo la llama de "Clau"? Ni siquiera nuestros compañeros, con los que compartimos años trabajando, la llaman "Clau"

Cof, amante, cof.

Claudia (sí, ahora comenzaré a llamarla así) sonríe forzadamente, me rodea y se va.

Ahora yo soy la que sonríe, esta vez con satisfacción, rodeo a Oliver y entro en mi area de trabajo. Mi zona.

Cuando Oliver cierra la puerta tras nosotros, antes de que él pregunte algo me adelanto.

—Es tu amante, ¿verdad?

Sus ojos se abren como platos, y me mira como si no creyera lo que acababa de preguntarle.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora