[45] Hecha papilla

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Un sonido monótono, agudo y espantoso.

Un sabor amargo en la boca.

El roce de algo suave.

Olor a limpo, anticéptico.

Dolor. En cada centímetro de mi cuerpo.

Blanco. Todo es blanco.

Mis sentidos se agudizan. Pestañeo varias veces deseando que lo que veo no sea más que una ilusión por lo que ha pasado. Pero no.

También me encantaría no recordar. Pero por lástima mi memoria guarda recuerdos frescos. Librero. Escalera. Caída. Gritos. Ambulancia. Un llanto. Mi llanto.

Si bien hay lapsos que no recuerdo, en los que supongo estuve inconsciente, no me es difícil adivinar qué pasó. La ambulancia me trasladó al hospital de la ciudad, donde muchas personas se encargaron de limpiar heridas, conectar sueros, darme calmantes y etcétera.

—Los muertos quedan con los ojos abiertos, ¿verdad?

Intento sonreír, pero los musculos de mi cara están adoloridos. La voz de Dominic es fresca, natural como siempre. Se escucha lejos de mí, pero me encuentro con que mi cuello está cubierto por un cuello ortopédico que impide el movimiento.

Una enfermera se acerca.

—Oh, ha despertado —dice. Es una chica joven, no muchos años más que yo—. ¿Cómo se siente?

—Genial —digo, con voz ronca. Pongo los ojos en blanco—. Jamás en mi vida me sentí mejor.

Dominic ríe a viva voz.

—La ironía no la suelta ni al borde de la muerte —comenta.

Siento pasos, y ahora es él quien aparece en mi visión, al lado de la enfermera.

—¿Pueden sentarme? —pregunto.

Siento la desesperada necesidad de evaluar los daños. Mi pié izquierdo está cubierto por algo rígido, inmovilizado. El derecho sí tiene movilidad. Lo mismo ocurre en mis brazos, uno esta totalmente inmovilizado y el otro lo hace a duras penas.

Cuando entre mi hermano y la enfermera me sientan sobre la cama, corroboro mis teorías. Mi pié izquierdo esta cubierto por un yeso, al igual que mi muñeca derecha.

—Tu pierna está fracturada gravemente, por eso el yeso. Y tu brazo... Pues, el izquierdo tiene una torcedura de muñeca no tan importante como para enyesar, pero el derecho un esguince.

Mi corazón se acelera.

—Estoy hecha papilla —digo, intentando mirar mis muñecas.

—Tardará un par de semanas. Lo más grave es lo de la pierna.

—¿Cuánto tiempo dormí?

—¿Desde el accidente? Estuviste inconsciente muchas veces pero ya son las nueve de la mañana, lo que significa que pasaron... poco más de 14 horas —informa la mujer. Luego añade—: Ya regreso con tu comida.

Ella sale de la habitación mientras Dominic se acerca a la cama.

—No puedes mover los brazos, ¿verdad? —inquiere, observando mis yesos y vendajes.

—No —respondo—. Lo único que puedo mover en mi pierna derecha. —La agito un poco, como para notar que sigue ahí—. ¿Estuviste aquí todo este tiempo?

—Prácticamente. O sea, me fui ayer como a las doce de la noche y llegué aquí a las 8 de la mañana.

Asiento en silencio. Quiero preguntar por mis padres, pero no lo hago. Dominic parece leerme el pensamiento.

Un Auténtico DesastreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora