9. La llegada

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~7 meses después~

Han sido unos meses muy agobiantes, aunque no hay guerra, no quedaron descartados los choques con guerreros Azgeda, no han llegado a rodar cabezas, pero si son seguidas las discusiones. A ningún clan le ha tomado tanto tiempo integrarse y convivir civilizadamente.

A Nia no la he vuelto a ver desde la unión a la coalición, solo estamos en contacto a través del embajador, pero igual, no ha surgido algún problema con los montañeses. Pero aún así, ese es un tema que tenemos pendiente por tratar.

Por las noches escapo de mis aposentos y me dirijo a un pequeño lago que se encuentra por el sitio de entrenamiento de los natblidas.
Ya se hizo costumbre escapar de mis responsabilidades cada noche, para ir a ser yo misma a ese sitio, dejo que me invadan pensamientos fuera de gobernar y pensar en cuanto tiempo tardará Nia en traicionar la coalición.

Me siento a la orilla del lago, observando el paisaje estrellado que se refleja en él, era un espectáculo hermoso.

A este sitio venía con Costia, hace más de año y medio que se fue, y aunque la extraño, tuve que aprender a dejarlo atrás. Tuve que convencerme de escuchar a Titus, y darme cuenta que el amor de verdad es debilidad, por amor estuve a punto de iniciar una batalla que nos hubiera dejado apenas en pie.

Me convencí de que ser comandante es estar solo, y que darle vueltas y lamentar por Costia no alimentaría a mi pueblo.

Comencé a madurar, las bromas entre Gustus y Anya las fui dejando, nos los puedo amar cuando en cualquier momento los puedo perder. No me puedo permitir vínculos de cariño, porque eso solo daría armas para quebrarme.

Ellos sintieron ese cambio, lo poco que veían aún de la niña que fui, ya lo dejaron, y se limitan a cumplir con sus deberes, después de todo entienden porqué aparté a todos y saqué mi coraza fría y dura, para poder seguir, para poder gobernar. Sabemos que hacemos lo que podemos para sobrevivir, no es personal.

Los únicos momentos del día en que puedo demostrar mis sentimientos es cuando estoy a solas con los natblidas, Aden y los demás niños comprendieron más que nadie el dolor de la muerte de Costia.

El otro momento es cuando vengo aquí y dejo que mis pensamientos fluyan, como cuando Costia decía soñar con tocar las estrellas, y yo en lo único que pensaba era en que había detrás, la intriga de saber lo que esconden tras ellas.

- No deberías salir sola cada noche - una voz a mi alrededor me pone alerta, preparo mi mano en mi cuchillo y busco la fuente de la desconocida voz. De entre los árboles se deja ver una figura con las manos alzadas en señal de rendición.

- Sal a la luz - le ordeno intentando ver el rostro de aquel hombre.

- Vengo en paz, a aclarar tus dudas - dice dando unos pasos al frente, y logro ver que es Roan, el príncipe desterrado de Azgeda.

- Tienes prohibido pisar tierras de la coalición, y aquí en definitiva es terreno de Polis - le digo agarrando firmemente el cuchillo colgado a mi cintura.

- Estoy desarmado - dice dejando ver su cinturón - pero si no quieres saber como Azgeda ingresó a la torre dos veces sin ser vistos me voy - dice dando unos pasos hacia de donde salió hace un momento. Por mi mente vuelven a correr todas esas dudas de nuevo, aquellas que salían cada vez que le daba vueltas al asunto de Costia en mi cabeza.

- Espera - le digo y el frena su andar y se da la vuelta.

- ¿Qué es lo que buscas con esto? - le digo directa, porque a esta altura, lo que busca es un pago.

- Quiero regresar a tus tierras, no busco volver a Azgeda, solo quiero salir de la Tierra muerta. Puedo serte de utilidad - propone él - no es necesario que levantes mi destierro ahora, me puedo cuidar mi espalda yo mismo, entiendo que debo demostrarte mi valía, solo permite que viva en las tierras sin que le pongas precio a mi cabeza - lo pienso por un momento.

La vida de HedaWhere stories live. Discover now