Dos: El problema de no tener más que dos manos

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Aquellos ojos azules eran helados

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Aquellos ojos azules eran helados. Como si hubiesen visto toda la crueldad del universo durante siglos y ya no pudiesen sorprenderse por nada. Al mismo tiempo, el aspecto del resto de su cara, su piel, su postura corporal y su sonrisa daban la impresión de la juventud en su mejor momento.

De haber llevado lentes oscuros, Beryl lo hubiera tomado por uno de esos chicos tontos que se perdían en sus excursiones de turismo extremo. Gracias a los dioses, era de noche y esa mirada no podía engañarla. Le daba ganas de aferrarse más a su escopeta y no parar de apuntarle.

—Voy a darte una oportunidad de marcharte —dijo, resuelta a no dejarse intimidar—. Será mejor que la tomes.

El extraño no movió un solo músculo al oírla. Ni siquiera parecía nervioso por el cañón del arma, dirigido a su frente.

—¿Tú vas a darme algo a mí, aparte de una bala? —respondió, casi con incredulidad.

—No estoy bromeando, cazador.

Recién entonces él esbozó algo parecido a una sonrisa. La joven activista del FEU pensó que podía estar imaginando cosas.

—¿Cuándo he dicho que lo fuera? —continuó el desconocido, mientras daba un paso hacia ella. De inmediato fue detenido por una bala que pasó junto a su oreja izquierda—. Ah... Ustedes no van a ganar ningún premio al buen trato del turista.

Hubo un revoloteo en algún árbol lejano. Fuera de eso, el paisaje de la noche siguió intacto. Beryl supo que los juegos de palabras no tenían ningún sentido, por más que la situación la llenara de preguntas. Estaba con un extraño, en una zona desolada de la isla.

—La próxima vez no voy a errar el tiro —advirtió, mostrándose firme—. Ahí estás bien.

—Si tú lo dices.

—Esta isla no es turística y no finjas que no lo sabes.

—¿Cómo que no? —protestó el desconocido—. Mientras no sea privada, cualquiera puede venir a explorar y dar un paseo. Si me das un segundo, te mostraré las cámaras que llevo en el jeep. Están arruinadas ahora, pero...

—No te muevas, hazme el favor —insistió ella, moviendo el guardamanos del arma, con lo que el ruido del siguiente cartucho ubicándose en la recámara para disparar les llegó con fuerza a ambos.

De pronto, él pareció cambiar de opinión. Ella no pudo distinguir si era aburrimiento o desilusión. Lo único que podía notar era que aquella actitud pasiva no iba a durar mucho.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —murmuró él, inclinando un poco la cabeza hacia el costado.

Ella iba a escupir el insulto que tenía atragantado, cuando la señal de la radio en su cintura la hizo pegar un salto, seguida del pedido de ubicación y estado de su compañero en el refugio. La duda sobre si usar una de sus manos para contestar o seguir con ambas en la escopeta la hizo perder seguridad.

Pudo notar un destello eléctrico de interés en el azul de aquellos ojos desconocidos.

—¿Qué pasa? —contestó, al final, con el radio en su mano izquierda y el arma en su derecha.

No pudo evitar pensar que su hermano estaría muy molesto con ella por su imprudencia, si la viera.

—¿Estás bien? —preguntó la voz masculina al otro lado—. Debiste esperarme.

—Estoy bien, Saphir. Es uno solo. Lo despacharé, tú sigue en lo tuyo.

Ahora sí. El extraño estaba sonriendo encantado, eso era definitivo. Beryl sintió que la sangre le hervía. Tendría que hacerle tragar esa suficiencia en un momento.

Mientras tanto, su compañero continuaba haciéndose el preocupado a la distancia.

—Ahora voy para allá —aseguró a través del parlante de la radio—. No te dejaré sola con cualquier degenerado de los que se aparecen por aquí.

—¡Cumple con tu trabajo, yo haré el mío! —gritó, antes de arrojar el aparato al suelo y volver a sostener la escopeta como debía—. Oh, no. ¿Adónde se fue?

Ya era tarde. Estaba sola, con el arma apuntando a un montón de chatarra que alguna vez había sido un jeep, estrellado en medio de las rocas. El mar iba y venía frente a ella, agitado. Semejante cantidad de combustible en el agua haría un daño terrible. Sin mencionar lo que fuera que aquel tipo había llevado en la parte de atrás. Debían sacarlo, antes de que formara parte de la contaminación que ella tanto combatía.

—¿Lo perdiste? —preguntó con timidez el radio con la voz de Saphir, sobre la arena.

Ella sintió ganas de llorar por la ironía de aquel momento. Luego de un instante de autocompasión, inspiró hondo. Enterraría su frustración debajo de la ira contra los que provocaban esa persecución interminable. Por momentos, era una guerra en la que no veía posibilidades de victoria. Necesitaban un nuevo recurso. Y rápido.

—¡Se fue por tu culpa, tarado! —exclamó, apenas recuperó el radio.

—Sal de ahí, ahora mismo.

—En cinco estoy allá. Vamos a volver para limpiar toda esta basura.


11/06/17: Perdón por la demora

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11/06/17: Perdón por la demora. En un principio esperé ver algo de ellos dos en DBS, luego me surgieron asuntos personales y ya no pude actualizar hasta ahora. Recién veo la reunión entre hermanos y me dieron ganas de publicar. 

El corazón del minotauro [17 - Dragon Ball]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora