La vecina buena y la vecina mala

4 0 0
                                    

No habían pasado dos semanas cuando la señora Lily llamó a mi puerta. Ahora que la tenía en frente me parecía absurdo que hubiera podido olvidarme de ella. Era una mujer de estatura media y cabello cano, con el rostro surcado por el paso de los años.

-¡Vaya! Veo que sigue usted viva.

-¡Rili, sinvergüenza!– exclamó mientras se apresuraba a darme un abrazo –. Ayer volví de viaje y la estirada de Mirtled me dijo que te había visto. ¡No me puedo creer que fuera verdad!

La señora Lily y yo habíamos sido buenos amigos. Ella había sido mi vecina y mi consejera desde que me independicé, y durante mucho tiempo, la única persona que había creído en mi talento. Al ver la emoción en sus ojos no pude reprimir una pequeña punzada de culpabilidad por no haberme acordado de ella en tantos años. De corazón, correspondí su abrazo.

-¿Vas a poner el piso en venta?

-No, no. Digamos que estoy de paso por una temporada indefinida – no tenía ganas de dar detalles.

Lanzó un pequeño grito de júbilo y volvió a abrazarme, si bien esta vez me alejó de ella al momento, mirándome de arriba a abajo.

-No te hagas el duro, jovencito. He visto las noticias. Mejor dime, ¿cómo estás?

¡La vieja Lily! No se le escapaba ni una. La invité a pasar para hablar con más calma, aunque al final nuestra conversación tuvo lugar en su apartamento, presidida por un par de tazas de café. Eso me recordó que seguía dependiendo de mi mánager, a no ser que quisiera arriesgarme a ser acosado en el supermercado. Le conté todo lo que había ocurrido en los últimos... no sé, ¿diez años? Fue una charla muy larga, pero a la vez cálida.

-Siempre metiéndote en líos, en eso no has cambiado – me dijo con una sonrisa melancólica.

-¿Y en qué he cambiado?

La señora Lily me miró dubitativa, como si no supiera cómo decirlo.

-Estás... mayor – enseguida, añadió con un tono burlón –. ¡El whisky te está pasando factura!

Lancé una carcajada.

-No soy el único. ¿Cómo es que no me ha invitado a un trago todavía?

-Lamento decirte que me he pasado al vino. Además, los medios no verían bien que emborrache a su estrella favorita.

-La pasma tampoco veía bien que emborrachara a un menor – reí, a lo que ella me acompañó.

-¿Una copita?

-La penúltima.

Al principio recibía bastantes visitas de mis compañeros, pero pronto pasaron a ser menos frecuentes. Incluso Cee, uno de mis mejores amigos, llevaba tiempo sin contestar a mis mensajes. La única persona que seguía viniendo, a parte de mi mánager, era Lina, que enseguida había congeniado con la señora Lily. Gracias a ella, teníamos tres noches de borrachera a la semana garantizadas. Pero sabía que así no iba a arreglar nada. Una tarde, me decidí por fin a volver a escribir. Los cinco primeros intentos fueron letras mediocres, incompletas y llenas de tachones. Para el sexto decidí que lo mejor era comenzar con la melodía. Tal vez así fuera más fácil amoldar la letra.

Como casi no me había traído nada de mi antigua vivienda, todo cuanto tenía a la mano era una vieja guitarra llena de polvo. La limpié como pude y empecé a puntear las cuerdas. Mierda. Estaba desafinada. Aún así, traté de tocar algo que no sonara demasiado mal para inspirarme. No obstante, mis intentos fueron en vano, pues tras unos minutos alguien aporreó fuertemente la puerta. Seguramente la señora Mirtled, siempre buscaba cualquier excusa para quejarse.

No obstante, al abrir la puerta no vi a nadie. La cerré y los golpes volvieron a sonar, por lo que la abrí nuevamente. Nada. La cerré otra vez. Quizás fuera en otro piso, o tal vez alguien estuviera intentando colgar un cuadro.

-¡Eh, tú! ¡Aquí!

Aquella voz venía de la ventana. Tardé unos instantes en recordar que casi no había distancia con el edificio de enfrente antes de darme por loco. Estaba en un piso elevado. A través de la ventana, que había dejado abierta, podía ver a una adolescente con el ceño fruncido a pocos metros, asomada en la ventana del otro edificio. Llevaba una sudadera gris que estaba manchada y debía ser como dos tallas más grande. Puse cara de póquer y reflexioné cuál sería la mejor forma de comprar su silencio. Tal vez si le firmaba un par de autógrafos no se pondría a gritar como una loca, y quizás una sonrisa y una miradita le bastaran para no ir por ahí contando dónde estaba.

Me aclaré la garganta. Sería suave con ella.

-Hola, sé qu...

-¿¡Te importaría cerrar la bendita ventana!? Estoy estudiando, ¿sabes?

Me tomó por sorpresa. ¿No me había reconocido? Aquella chiquilla parecía incluso enfadada.

-Hace calor –repliqué.

-Pues entonces vete a torturar a otro o aprende a tocar.

Con fuerza y un sonoro golpe cerró su propia ventana y desapareció tras ella, dejándome con la palabra en la boca.

Algo desconcertado, me debatí entre hacer lo que me pedía (o mejor dicho, me exigía) y sobrellevar el calor o continuar como si no la hubiera escuchado. Cuando quise darme cuenta, estaba riendo ante lo ridículo de la escena.

Aquella tarde no cerré la ventana, pero tampoco volví a tocar la guitarra desafinada. Apresuradamente, tomé mi libreta y un bolígrafo y comencé a escribir una letra sobre el mal humor de una chica que prefería los libros a la mala música de unos acordes tergiversados.

 Esa fue la primera canción que compuse para ti. La primera de muchas.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Aug 31, 2017 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Cuando el universo cantaba para mí (Kpop inspired)Where stories live. Discover now