Capítulo 2: Claudia y Celeste

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Claudia Santos salió de la mansión en la mañana para dirigirse a la escuela, o al menos eso pensaba su familia. Le gustaba mucho la escuela pero ya tenía casi dos semanas solo asistiendo dos o tres días, para ella había problemas mayores que dejaban de lado sus estudios. Tardaba veinte minutos en caminar de la mansión a la casa de su amiga Celeste, podía hacerlo en mucho menos tiempo si se iba en alguno de los carros de la casa, era la única de los más  jóvenes de la mansión que sabía conducir, había aprendido viendo a su hermano, pero no lo hacía porque levantaría sospechas, además últimamente regresaba sintiendo un gran pesar y su mente se calmaba un poco al caminar. Pero aun no podía olvidar el día anterior cuando su amiga le había dicho que nada estaba mejorando en su salud, Claudia había hecho todo lo posible para no comenzar a llorar delante de ella, no por vergüenza ya que en esos momentos eso era lo último en lo que pensaría sino por ella, eso la pondría triste, y Claudia prefería morirse ahogada por el llanto retenido a hacerla sentir mal.

   -¿Cómo amaneció hoy?-le pregunto Claudia a Diana, la mama de su amiga.

   -bien, solo un poco cansada, está durmiendo en este momento.

   -¿te molesta que me quede?

   -claro que no cariño.

Claudia veía a Diana con admiración, quería ser como ella en esos momentos, se mantenía tan tranquila por el bien de Celeste, solo en pocas ocasiones había visto un enorme cansancio en su mirada y la había hecho sentir mal el imaginarse la enorme carga que estaba sosteniendo. 

   -¿hay algo en lo que pueda ayudarte?-se ofreció Claudia.

   -sí, hoy recibí correspondencia, ¿quieres ayudarme a revisarla?

   -si.

Con unas tijeras Claudia comenzó abrir el paquete más grande, eran tres libros y una postal.

   -¿Quién lo envía?-le preguntó Diana.

   -su tía -respondió leyendo la postal-está de viaje y visitó una librería que le recordó a Celeste.

   -¡esa mujer!-dijo desaprobando a su hermana, Claudia también sentía enojo contra la tía de Celeste, una mujer que no conocía y que a menudo le enviaba muchas cosas a su amiga pero jamás la visitaba, lo cual era lo único que quisiera de su parte, Diana le había dicho que era su único pariente vivo pero que le torturaba ver a su sobrina tan enferma-al menos dime que son buenos libros.

   -lo son, ediciones de colección-libros era lo que más le enviaba.

   -unos pocos libros más y Celeste podrá tener su propia biblioteca, estará muy contenta, al menos esa mujer hace algo bien-Claudia sabía que a su amiga le encantaría conocer la biblioteca de la mansión Santos, ya había intentado que ella la visitara en muchas ocasiones pero siempre le negaban el permiso su familia, debido a la regla de que ningún normal puede visitar la mansión-creo que el coleccionar libros es algo de familia-continuo diciendo Diana-a mi madre le encantaban, antes de morir nos pidió cuidar su biblioteca, creo que amaba más esos libros que a nosotras, mi hermana se encargó de hacerlo antes de irse. Quisiera que Celeste pudiera ver la vieja casa pero no está en condiciones de viajar.

   -talvez algún día pueda.

   -si-ambas sonrieron al pensar en la posibilidad de la mejora de Celeste-lo haré.

   -¿Qué?

   -planeare un viaje por si ella mejora, para que pueda visitar la casa.

A Claudia le alegraba imaginarse a su amiga sana y feliz en una vieja casa rodeada de árboles y llena de libros por dentro, pero la entristeció que tuviera que estar lejos.

   -¿Qué sucede Claudia?-le preguntó Diana-¿crees que es mala idea?

   -no, es muy buena idea, solo... no quiero estar tanto tiempo lejos de ustedes.

Diana rio.

   -¿de verdad creíste que no irías con nosotras?

   -¿podría ir yo?

   -claro, si tú quieres.

   -nada me gustaría más.

...

Claudia entró a la habitación de Celeste, la chica dormía profundamente, aun llevaba el pijama puesta y el cabello rubio le cubría el rostro, Claudia se lo acomodó y después fue a sentarse a una silla de madera que estaba al lado de la ventana cerrada. Vio a su amiga dormir, la había visto muchas veces y siempre intentaba grabarse la imagen en su mente por si un día llegaba a faltar. Ellas se conocían desde pequeñas, cuando Celeste aun iba a la escuela. Claudia entendió desde muy joven que su amiga estaba enferma, que había nacido así, que no tenía cura y que no sabían que era. Los años habían pasado y Celeste había empeorado cada vez más, ahora no entendía y hacia algo que le habían enseñado jamás hacer, cuestionaba a la vida por lo que estaba sucediendo.

   -¿otra vez faltaste a la escuela?-la pregunta la sacó de sus pensamientos, era Celeste que se había despertado y la veía desde la cama.

   -no tuve clases-respondió Claudia yendo a su lado.

   -claro-ella no le creía-no quiero que te metas en problemas.

   -soy buena en clases, compensare las faltas-y con eso finalizaron el tema al respecto.

   -tengo hambre-dijo Celeste.

   -creo que tu mamá hizo sopa.

   -quisiera espagueti.

Claudia se levantó de la cama.

   -¿A dónde vas?-le pregunto su amiga.

   -a hacerlo.

   -solo fue un comentario.

   -volveré en un momento.

Y salió de la habitación sin hacer caso a las protestas de Celeste. Claudia quería darle hasta la mínima cosa que ella pidiera y nada la hubiera hecho regresar a la habitación hasta asegurarse que su amiga comiera espagueti.

Al entrar a la cocina se encontró con Diana que estaba acomodando las medicinas de Celeste.

   -ya despertó-le comunicó-y quiere espagueti.

   -le daré sus pastillas y lo hare.

   -no te preocupes yo lo hago.

A la chica Santos no le gustaba cocinar, en la mansión era una obligación turnarse para preparar el desayuno, comida y cena, y a ella junto con sus primos Alberto y Yera les tocaba dos veces a la semana, y de verdad se la pasaba mal. Pero cocinar para Celeste era algo que disfrutaba mucho, y lo hacía con mucho cuidado, quería que a ella le gustara todo y tenerla alegre.

Diana entró a la cocina cuando Claudia estaba a punto de terminar, y sonrió al ver a la chica tan concentrada.

   -eres la mejor amiga que alguien puede desear-le dijo tomándola por sorpresa-y me alegra que ella te tenga-y salió de la cocina.

Claudia no se sentía así siempre, creía que tenía que ayudar a su amiga a curarse aunque no hubiera nada para poderlo hacer. Y por quinta vez en el día cuestionó a la vida por lo que estaba sucediendo.

La mansión SantosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora