No puede ser posible, yo no soy hija de Deucalion. Tengo un padre, sí, es una mierda de padre y sé que lo llamo 'donante de esperma', pero él es mi padre. Deucalion es... un hombre lobo, un alfa, no es nadie para mí.
Y... yo no soy una mujer loba, yo soy una... ni siquiera sé qué soy.
Pero estoy segura de que mujer loba... NO.
Y también sé que yo no soy la que sacrifica a las personas. No puedo creer que Stiles piense que sí.
Me siento traicionada.
― ¿Me acompañas? ―me preguntó Lydia, aunque no estaba segura de qué hablaba, me había perdido en mis pensamientos.
― ¿A dónde? ―le pregunté.
Ella suspiró. ―Allison se metió a bañar y las toallas huelen horrible, voy a ir a cambiarlas, ¿quieres acompañarme?
La verdad es que no tenía ganas de salir de aquí.
― ¿Sabes? Ni siquiera me importa tu respuesta, vendrás conmigo sí o sí ―dicho eso, ella tomó mi brazo y me obligó a salir de la cama―. No tengo idea de qué te sucede, has actuado raro desde que tus ojos se pusieron morados. ¿Tuviste una visión?
―No he actuado raro ―le respondí.
―Sí, lo has hecho ―me dijo―. Te hemos estado hablando por varios minutos y no reaccionabas.
―Estaba perdida en mis pensamientos.
― ¿Qué es lo que viste?
―Nada, no quiero hablar de eso... solo vamos por las toallas.
No nos dijimos nada más hasta que llegamos al 'lobby' del motel, mejor lo llamaré recepción.
―Disculpe ―dijo Lydia, llamando la atención de la señora que estaba detrás del mostrador―. La tarjeta del tocador dice que la habitación es para no fumadores, pero todas nuestras toallas apestan a nicotina.
Fue en ese momento que la señora, de al menos setenta años, se dio vuelta y vimos que tenía una cánula por la cual respiraba.
Ambas nos quedamos atónitas.
―Lamento eso, cariño ―le dijo la señora.
Desvié la mirada, no quería sentirme culpable por lo que mi mejor amiga había dicho. Noté un número de tres dígitos '198', me pregunto qué significa eso. ¿Es el número de motel en la zona? No, lo dudo.
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― ¿Qué es ese número? ―le preguntó Lydia, había visto lo mismo que yo.
La señora miró el número y luego giró hacia nosotras. ―Es algo interno del motel ―dijo―, mi marido insiste en mantenerlo.
― ¿A qué se refiere? ―le pregunté.
Cuando hice eso, la mirada de la señora se posó en mí y me sentí completamente incómoda.
