Capítulo 3

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Aquí era donde tenía que tomar una decisión, podía seguirle el juego y responderle de vuelta, lo que nos llevaría a una inminente pelea que seguramente no terminaría bien, o podía tragarme las palabras y callarme la boca para mantener todo tranquilo.

Pero callarme la boca era malditamente difícil.

―Vete al diablo ―espeté y me di media vuelta, cerrando la puerta del baño de un portazo tras de mí.

Las palabras salieron de mi boca antes de poder detenerlas y me arrepentí de aquello en el momento que sus ojos llegaron a los mios a través del espejo. Estaba esperando que viniera tras de mí pero no lo hizo, la puerta se mantuvo cerrada mientras yo mordía mi lengua.

Desde que estabamos viviendo juntos no habiamos peleado, no realmente. Es decir, a veces colapsabamos y nos irritabamos pero jamas llegamos a decirnos algo cruel el uno al otro. Las cosas no podían funcionar así, yo no dejé todo atrás por algo así.

Di un gran suspiro y me senté en el borde de la cama, no tenía a donde más ir de todas formas. Tomé uno de los cojines de la cama para abrazarlo mientras miraba la puerta del baño, esperando a que esta se abriera y ver a Castiel salir, pero los minutos pasaban y pasaban y todo seguía igual. Recordé los viejos tiempo, cuando Castiel y yo ni siquiera empezabamos a salir soliamos pelear por todo, siempre estabamos a la defensiva, tal vez porque ambos nos queriamos pero ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso.

Recuerdo lo que el solía causar en mí. Podía pasarme clases completas solo mirandolo de reojo, podía acompañarlo por horas en el sótano solo viendolo tocar su guitarra y preguntándome a mí misma como llegar hasta él. Cerré los ojos recordando a aquel chico y me di cuenta que el mismo cariño que sentía por él en aquel entonces seguía aquí. Era desesperante ver como en aquel tiempo Castiel solía alejarse, cerrarme sus puertas. Podía recordar como mi corazón se agrietaba cada vez que intentaba alejarme de él, pero de algún modo lo logré, lo logramos. Me dejó cruzar sus barreras y despues de toda la mierda que habíamos pasado estabamos aquí. Eso tenía que significar algo.

El sonido de la puerta abriéndose me hizo abrir los ojos otra vez. Su rostro estaba limpio de rastros de sangre pero aún podía notar una pequeña herida en su labio y otra en su pómulo. Me hice a un lado, subiendome por completo a la cama para darle espacio en su lado, esperando que se recostara junto a mí pero no lo hizo, en cambio tomó su almohada y se encaminó al sófa.

Maldije en mi mente viendo como Castiel se recostaba sobre el sófa. En ocasiones, cuando lo miraba, pensaba que ahora era un chico maduro, que mucho en él había cambiado pero muchas de sus actitudes demostraban lo contraro. Aún había mucho del antiguo Castiel en él, en muchos aspectos seguía siendo el mismo chico.

―¿Qué haces? ―pregunté desde donde estaba sin alzar demasiado la voz. No era necesario. El piso era tan pequeño que estaba segura de que me había escuchado perfectamente.

Pero no obtuve ninguna respuesta.

Estaba comenzando a sentirme frustrada. Mi temperamento no es tranquilo, nunca lo fue, solía responderle cada uno de sus comentarios arrogantes o sarasticos en nuestra etapa de instituto, y a pesar que ahora mismo podría decirle muchas cosas, actuar de muchas maneras, solo mordí mi lengua para controlarme a mí misma.

Me levanté de la cama y rodeé el sófa para ir hasta él. Estaba de brazos cruados mirando al techo con el ceño fruncido, al igual que un niño pequeño que acaba de ser regañado. Sonreí sin poder evitarlo pero de inmediato recupere mi semblante serio.

―¿No me vas a hablar?

―¡¿Qué quieres?! ―escupió más fuerte de lo que esperaba.

No podía dejar que sus asperas palabras me hicieran daño, lo conocía lo suficientemente bien para dejar que aquello me afectara. Pero era difícil, más aún cuando ni siquiera me miraba a los ojos.

Corazón de melón: Lo intentamos ||LSDP#2Where stories live. Discover now