POV Castiel

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Pov Castiel.

Pasaron un par de días desde el incidente en el bar, no tenía mi guitarra, estas paredes me agobiaban y Sucrette parecía estar a mil kilometros de distancia de mí a pesar de que cada noche compartíamos la cama.

Todo esto me estaba matando y en el fondo sabía que todo era mi culpa, que era yo quien nos había conducido a este desastre.

Le di una última calada al cigarrilo, era el quinto en lo que iba del día, y lo tire al suelo para subir otra vez al piso.  Sucrette estaba doblando y tratando de meter un montón de ropa en un bolso, saldríamos algunos días por el asunto de la boda de Rosalya y yo aprovecharía  para pasar algo de tiempo con Lysandro.

Miré su silueta parada a un lado de la cama y sentía como si me estuviera ahogando. Volteó a mirarme pero no dijo nada, siguió en lo suyo.

Lo había jodido, lo sabía, no quería hacerlo pero la idea de que yo no era lo que ella necesitaba era cada vez más fuerte en mis pensamientos. Fui yo quien la arrastró a esto, lejos de su familia, de sus amigos, de sus proyectos de vida y ahora estábamos ambos aquí, estancados, atrapados. A veces me miraba como si no me soportaba pero luego lloraba y decía que me amaba.

Me amaba. Y me hacia sentir enfermo saber que ella no merecía estar pasando por todo esto por un tipo como yo.  A menudo en las noches la miraba dormir, pensando en que debí dejarla ir en el momento en que tuve la oportunidad porque estaba claro yo no podría ser el chico que ella necesitaba.

Pero luego la simple idea de estar sin ella me enfermaba.

Me senté en el sillón jugueteando con mi celular entre las manos cuando este vibró. Era un mensaje de Juliet y mi corazón se apretó en mi garganta. Maldije en un susurro y apagué el celular para luego tirarlo lejos.

Sabía que estaba mal, que estaba actuando como un cobarde y tenía que huir de esto o hacerle frente pero ahora mismo enfrentar las situaciones me hacia temer.

¿En que momento las cosas se salieron de control? Miré otra vez a Sucrette, tenía la pierna doblada con la rodilla apoyada sobre la cama, cerrando su bolso. Se giró y caminó hasta mí con cautela.

Odiaba eso, odiaba el hecho de que las cosas ya no se sintieran natural entre nosotros y la notaba actuar con cuidado, como si pensara detenidamente cada movimiento que hacia frente a mí.

Se sentó a mi lado aún en silencio, estiré mi brazo hacia ella tomándola por las caderas para que se sentara en mi regazo. Ella sólo se dejaba llevar y hundí mi nariz en su cabello.

―Se nos hará tarde ―advirtió.

No me importaba. A veces sólo necesitaba tocarla, abrazarla, sostenerla para saber que aún estaba aquí, que seguía aquí conmigo.

Besé la parte trasera de su cuello.

―Castiel ―suspiró mi nombre y por un momento creí que se iba a apartar de mí. Pero no lo hizo, sólo volteó su rostro hacia mí y me besó.

Nunca sabía si estábamos bien o mal.

Treinta minutos después volví a colocarme la camisa mi mientras Sucrette abrochaba los pequeños botones rojos de su camiseta.

Volví a agarrar mi celular, fuimos hasta el auto después de acomodar los bolsos en la maletera y nos preparamos para conducir.

No era un viaje tan largo pero el silencio se hizo pesado e incómodo luego de unos minutos.

―¿Te dejaron faltar todos estos días al trabajo? ―preguntó Sucrette mirando por la ventana. El vidrio estaba abajo provocando que su pelo rojizo estuviera revoloteando por todas partes a causa del viento.

Corazón de melón: Lo intentamos ||LSDP#2Where stories live. Discover now