Caza de brujas

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El comando de búsqueda comenzó la investigación.

—Pies cuadrados, lengua azul y llevan peluca para camuflarse entre nosotros. Hay que tener cuidado y buscar pistas sin dejar rastro —comentó el miembro más alto.

—La entrada a este sitio está prohibida, nos podemos encontrar cualquier cosa —indicó el segundo miembro.

—No os preocupéis, seremos rápidos —finalizó diciendo el tercer integrante del grupo.

Aunque por la tarde aquel lugar se llenaba de calma, esquivar a las guardianas no era una tarea sencilla. Había varios pisos que explorar para realizar el informe y las dos mujeres deambulaban de un lado para otro.

—Las puertas están cerradas, no vamos a poder cruzar ninguna —indicó el cabecilla del grupo.

—Mierda, ¿qué hacemos? —preguntó el segundo.

—Tenemos que escapar sin ser vistos —respondió el tercero.

Las escaleras de acceso estaban desprotegidas; era el momento de escapar. La misión había sido un fracaso, pero lo importante en aquel momento era escapar ilesos y con dignidad. Para ello, uno de los miembros asomó su cabeza tras un pilar, tratando de divisar presencias humanas en el pasillo de acceso principal.

—Está ahí —dijo—, pero no hay más formas de escapar. Tendremos que correr mientras no mira —Los otros dos integrante asintieron y se dispusieron a ejecutar el plan de ayuda—. Tres,dos,uno... ¡Ahora!— gritó el líder.

Los tres exploradores corrieron velozmente, tratando de no perder el equilibrio sobre un suelo realmente resbaladizo. La guardiana se percató de su presencia y comenzó a gritar: —¡Malditos! Me habéis pisado lo fregado, ¡Fuera de aquí ahora mismo! —chilló a pleno pulmón. Después se percató de un nuevo objeto que había aparecido sobre las baldosas, un libro de tonos anaranjados y amarillentos yacía calmado, con unas letras blancas. "Las Brujas, de Roald Dahl"—pensó—, "¡Estos niños!".

Relatos muy brevesOnde histórias criam vida. Descubra agora