El Microondas

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Yo habitaba en un piso de estudiantes modesto y vivía con mi hermana cuando ambos acudíamos a la Universidad, espacio temporal en que tiene lugar esta historia.

Varios días antes había sobrado algo de pan, por lo que decidí congelarlo por si algún día no nos apetecía ir a comprar una barra. La idea era sencilla y la habíamos puesto en práctica muchas veces en nuestra residencia habitual, ¿quién no ha congelado y descongelado pan alguna vez en su vida?

Utilizar el horno me parecía excesivo, su técnica de cocinado era digna para tostar platos más elaboradas y no consideré que era necesario para un simple pedazo de pan. Así que pensé durante unos instantes y se me ocurrió una idea que yo consideré fantástica. Creía haber inventado la pólvora cuando esa sustancia explosiva finalmente estallaría en mis narices.

"¡Qué ocurrencia tan buena!"— pensaba yo para mis adentros mientras metía el pedazo de pan blanquecino en el microondas—,"No puedo creer que no se le haya ocurrido esto a la gente".

Mi hermana se encontraba en el salón y yo decidí girar la ruleta que indicaba el tiempo que estaría el alimento dando vueltas en el interior del electrodoméstico.

"Un minuto y medio será más que suficiente"—me dije a mí mismo, y decidí unirme a mi hermana en el salón, para charlar brevemente.

Mientras hablábamos distendidamente, mi hermana percibió algo peculiar, un olor poco frecuente en aquel piso antiguo.

—¿A qué huele? —preguntó mi hermana moviendo su nariz rítmicamente—,Huele como a quemado—finalizó diciendo.

—¿A quemado? —dije yo con extrañeza. Me parecía imposible lo que ella decía, sin embargo acudimos a la cocina para ver de qué se trataba y una enorme nube gris de humo comenzó a empañar nuestra visión.

—¡Oh dios mío, que ha pasado aquí! —chilló mi hermana tosiendo repetidamente mientras quedaba envuelta por el maloliente gas.

—¡No puede ser, si solo lo he metido un minuto y medio! —grité yo mientras abría la puerta del microondas. Un pedazo de pan completamente carbonizado apareció ante mis ojos, aún humeante, de olor profundo.

—¡Pero qué has hecho, abre todas las ventanas! —ordenó mi hermana enfadada— ¡Has quemado el microondas! —Tosía afectada por el humo mientras corría a abrir las ventanas de su habitación.

Yo corrí y abrí todas las ventanas, tratando de airear rápidamente el piso, pero el olor aún permanecía; era intenso, pestilente. La nube tardó un largo tiempo en disiparse y solo cuando lo hizo el aire se volvió respirable y claro.

Finalmente el microondas no se quemó, pero a pesar de limpiarlo en profundidad cualquier alimento calentado en él tuvo cierto sabor a humo, lo que duró varios meses. Así que el consejo para cualquier incauto que tenga la misma brillante idea que yo es el siguiente: no intenten esto en sus casas o si lo hacen, vigilen su barra de pan si no quieren una nube tóxica en su hogar.

Relatos muy brevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora