(5)

465 65 41
                                    

No era muy sociable, cada vez que caminaba por aquellos pasillos de la escuelas bajaba la cabeza mientras veía los grupos de alumnos ya formados desde tiempo, cuchicheando sobre temas triviales que el añoraba tener.

Odiaba a sus padres por mandarlo a la escuela, había pasado ya años cómodo en su casa como para estar de nuevo encerrado en un curso con muchos niños de su edad y una mujer hablando frente a él, no le gustaba ser el nuevo, todos prestaban atención a él, lo miraban como el niño raro.

Agarró la parte baja de su blusa y la apretó con fuerza, era duro integrarse a un grupo, ya tenían sus temas de conversación, sus actividades después de escuelas, todos conocían a la familia del otro porque ya llevaban tiempo de conocidos, y él era la primera vez que aparecía.

Vio como las chicas le miraban, cuchicheando sobre el mienta pasaba frente a ella, cómo se movían como si quisieran ir al baño, o las niñas eran muy infantiles o el no conocía sus etapas.

—Mira ese pelo.

—Mira esos ojos.

Alec no le daba importancia, menos cuando mandaban a un grupo de niñas como mensajeras para pedir un beso para su amiga.

Eran niñas, todos tenían o estaban por cumplir trece años y ya pensaban en besos, pero para Alec no era así, él quería hacer real una leyenda.

La escuela no era tan mala, la enseñanza ya no era dirigido al tema de los antros y no habían retos para el sobre ello, pero si habían llamado de atención por la condición como iba a la escuela.

—No podemos permitir que traigas la ropa rota Alec.

El solo bajo la cabeza y jugó con sus manos porque estaba muy nervioso.

— ¿Por qué tus padres no atienden a nuestro llamado?

Sus padres habían dejado de preocuparse por sus estudios, por si iba bien en la escuela, ya no venían a las citaciones que le hacían los profesores, los ignoraban.

—Alexander.

—No lo sé— sollozo Alec— déjenme en paz.

Para salir corriendo del lugar, la luna aún no aparecía.

Cuando llego al anochecer Alec se sentó en la ventana, ya no era difícil, ahora era alto y podía hacerlo sin miedo. La luna estaba ya en su punto alto como las luces de las estrellas, algunas que otras nubes tapaban algunas pero ahí seguían.

Alec no quería sacar esa idea de su cabeza y menos ahora, cuando la necesitaba más que nunca, sólo sería un pequeño deseo, no sería tan grande como para que la bella luna le negara pedir más adelante otros, miró la estrella que había nombrado como su hermana para después observar a la luna que mostraba solo una parte de ella.

—Luna, solo necesito tu ayuda, mi familia está pasando un mal momento—susurró Alec— necesito que todo vuelva a la normalidad.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y apretó sus manos con fuerza.

—Se que estás ahí escuchando, soy uno de tus creyentes, por favor ayúdame y yo te voy a recompensar por ello.

Se salió de la ventana para caminar a su cama y acostarse en ella. Al día siguiente, cuando Alec se levantó para ir a la escuela descubrió dos cosas en la casa, su padre se había ido dejando una carta con los motivos y su madre estaba muerta, se había bebido todas las pastillas de la casa, dejándolo huérfano.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Where stories live. Discover now