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Jace

Se sentía defraudado y traicionado, Alexander había sido una parte de su vida, la más importante, para que no hiciera nada malo después de la pérdida de su familia, había sido un buen chico después de que el ojiazul apareciera en el orfanato, remediando lo malo que antes había hecho, había comenzado a estudiar junto al ojiazul, aprendiendo maravillas, se contaban los secretos y los rumores que corrían por el lugar, le gustaba apreciar las facciones, su nariz pequeña y empinada, sus pestañas y sus diferentes sonrisa, conocía cada pequeño gesto que hacia el ojiazul, pero eso no servía de nada, porque Alec estaba con Magnus en una cita.

—Yo debía ser el que estuviera a lado de Alec, yo conozco todo de él— susurró el rubio.

Estaba en la sala de arriba del Loft, la sala de entrenamientos, se había encerrado ahí mientras trataba de calmar su ira, lo que menos quería ahora era un consejo de Isabelle o de los dos hijos de Magnus Bane, quien parecía no molestarle que su padre saliera con un menor. Nadie apoyaba que ellos dos, Alec y Magnus, no tendrían que estar juntos, todos estaban con la idea del amor, pero Jace si sabía del amor y no era uno que se daba así, conocía lo bastante para saber que Alec estaba enamorado de lo que era Magnus, una estrella, algo que había añorado toda su vida ver y Magnus estaba enamorado de lo humano que irradiaba Alec, su inocencia y su admiración por él, eso no era amor.

—Ustedes no se aman, ustedes solos están ilusionado— susurró.

Sentía como la ira cada vez iba subiendo más, y era entendible, había estado enamorado de Alec desde la primera vez que lo vio, pero nunca se había confesado, siempre mintiendo para estar a su lado, si quería a Clarissa pero no como a Alec, si quería a Sebastian pero no como a Alec, solo el ojiazul estaba en su mente, pero había costado una semana para que se lo arrebataran ¿Ahora que faltaba? ¿Qué Magnus Bane le convenciera en convertirse en uno de ellos? Alec diría si a cualquier cosa para cumplir su sueño y él como el guerrero estrella sabían eso, sería fácil convencerle y Jace le perdería para siempre.

Miró su brazo, la marca estaba comenzando a cambiar, la parte negra estaba comenzando a avanzar de a poco, ya quedando menos de la mitad, Jace suspiró y se dedicó a salir del Loft, escuchando los llamados de los tres que vivían con él, pero no les hizo caso, estaba comenzando a sentirse descompuesto, queriendo deshacer la comida de su organismo y gritar hasta no poder más, llorar como un niño pequeño pidiendo que todo vuelva a la normalidad, pero sabía que no sería así, miró al cielo, la luna estaba en lo alto, aquella que la ciencia había dicho por mucho tiempo que solo era un satélite de la tierra, aquella que había descubierto que ahora era una persona que les vigilaba desde arriba, y solo podía decir que con solo verla ya no le gustaba, le odiaba por todo lo que le había hecho a él y a sus demás compañeros.

Comenzó a correr como nunca había hecho hasta que se paró en una plaza, estaba vacía por la hora que era y solo se podían ver los juegos de los infantes y los árboles moverse por el viento suave que estaba corriendo, caminó hasta un árbol apartado de ello mientras su mirada volvía a los juegos, acordándose de cómo su familia le sabían llevar ahí cuando era pequeño, sintió como sus ojos ardían y su cabeza palpitaba, y cuando estaba por romper en llanto sintió como alguien se sentaba a lado de él, sorprendido a verle solo pudo comenzar a balbucear.

—S—Sebastian.

Estaba más cambiado o solo ver cómo la oscuridad le consumía lo hacía ver diferente, pero no trato de escapar, era el mismo Sebastian que había visto antes, con esa sonrisa de medio lado y silencioso, todo parecía fuera de la realidad, su enemigo, el enemigo de los guerreros estrella estaba a pasos de ellos y no lo notaban, mientras que ahora se le estaba mostrando a él como si tuviera confianza y supiera que no diría nada.

—Sé lo que se siente que jueguen contigo, que te quiten lo que aprecias, que no vean todo lo que has hecho por ellos— dijo Sebastian— entiendo y sé que tú y yo somos parecidos Jace, hemos pasado por tantas cosas iguales.

Jace no podía dejar de mirarle y escucharle, su voz era más suave y confiada, como si le estuviera dando un consejo a alguien cercano y no a alguien que quería matar o a quienes le estaban protegiendo.

—Me siento tan solo— confesó Jace.

El chico de pelo plateado le miró y después acercó su mano a su mejilla para acariciar.

—Todo culpa de esas estrellas— opinó Sebastian.

Jace asintió mientras sentía aquella caricia, debía sentirse incómodo y separarlo, pero su cuerpo no reaccionaba, solo disfrutaba de aquel momento.

—Pero yo puedo ayudarte Jace si tú me ayudas a mí, puedo deshacerme de ellos y hacer que tú te quedes con Alexander, nadie molestará, nadie te rechazara y tú serás feliz.

Sabía que no debía creerle, pero cada palabra que salía de la boca de Sebastian sonaba como una esperanza, como algo cercano que podría tener sí decía si a ayudarlo.

— ¿Qué debo hacer?— preguntó Jace.

Sebastián sonrió y remojó sus labios, Jace pudo notar una pequeña herida que se causó frente a él, donde la sangre había comenzado a salir de a poco.

—Tú solo confía en mí y todo será feliz para ambos— susurró.

Vio como el chico de pelo plateado se acercó hasta él y lo beso, Jace le devolvió aquel afecto sintiéndose querido por unos minutos, sus lenguas jugando entre sí, sus labios encajando, hasta que un ardor en su labio lo hizo separarse y con unos de sus dedos tocar el lugar donde lo sentía, viendo sangre ahí, miró confundido a Sebastian pidiendo una explicación.

—Esto firma el trato que hemos hecho— dijo el chico parándose— voy a localizarte mejor cuando te necesite.

Después de eso Sebastian desapareció y el quedó ahí, sentado, asimilando lo que había ocurrido, tocando su labio y mirando el anochecer, sintiendo que había hecho algo malo para los que estaban cerca de él, pero algo bueno para el mismo, tenía esperanza de conseguir lo que le había dicho el chico oscuro. Miró su brazo con curiosidad, solo le faltaba poco para convertirse en un oscuro, pero si lograba todo a tiempo, el sería una persona normal, junto a la persona que amaba y ninguna estrella ni oscuro haría que eso no pasará.

—Aún no me has vencido Magnus Bane.

Pidiéndole a la luna. •Malec•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora