Ganas de vivir [Dazatsu]

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Hay cosas que uno no puede planear que sucedan, sólo suceden y no queda más que aceptar lo que traigan consigo, sobrellevando o disfrutando sus consecuencias. La vida es así, y la muerte también. En especial la muerte, cuando la buscas, además de impredecible suele ser elusiva y cruel, y con él, Dazai Osamu, cliente frecuente de sus boletos de lotería por voluntad, era, encima, bromista.

El hombre, de tantas veces que la muerte le había dado el esquinazo, obligándolo a continuar en este mundo, estaba acostumbrado a ser víctima frecuente de su humor pesado. Arreglos de flores en el hospital de turno con notas de los paramédicos deseándole suerte para la próxima, palmadas en la espalda de los bomberos preguntando qué falló en esta ocasión, suspiros de los policías diciéndole que los de la morgue ya se habían ilusionado con ese intento, etc.

Por eso la vez que se encontró con aquel chico salvándolo de ahogarse, no se sorprendió mucho de nada de lo ocurrido a enseguida. Las coincidencias, la decepción de no morir, y todo el paquete que para otro habría sido fortuna. Como en veces pasadas, la muerte no sólo no se conformaba con rechazarlo o reírse en su cara, sino que le enviaba más piezas para esta vida de la que quería escapar.

Dazai aún recuerda que esa noche lamentó su mala suerte... o buena, dependiendo de quién valorara la situación, y durmió. De haber sabido lo que sabía ahora, de pie frente a Atsushi Nakajima, con los brazos extendidos en cruz y un sabor metálico escurriéndole por las comisuras, esa noche no habría conciliado el sueño, riéndose de la última jugarreta que tenía planeada la muerte para él.

Sonrió, divertido y triste, decepcionado, como jamás pensó estarlo al por ver por fin a esa escurridiza dama de hueso, ofreciéndole su regazo para dormir por la eternidad.

Fue de rodillas al suelo y Atsushi lo sostuvo por los hombros, gritando e implorando que no se fuera, que se quedara con él, que resistiera, que lo amaba...

—¡Yosano-san está en camino!

En su estado de shock por verlo muriendo el chico olvidaba lo básico de su habilidad, pensó, con la garganta inundada de sangre. Viniera quien viniera, nadie lo salvaría del destino que por años buscó y lo evitaba, y que por fin le daba la bienvenida, justo cuando quería vivir. Vivir, por estar con aquel que no previó en sus planes, que su corazón fue aceptando despacio, sobrellevando al inicio, amando al final.  

Crónicas del AmorWhere stories live. Discover now