¿Cómo empezar?

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Bueno, supongo que la mejor forma de iniciar una historia es por el principio.

Mi nombre es Lucas, tengo 15 años y soy un chico. Pero a diferencia de otros chicos, yo tuve la mala suerte de nacer en un cuerpo que no me corresponde. Nací el 20 de diciembre del año 2001, en la provincia de Buenos Aires, Argentina, y en la puerta de la habitación de la clínica había un lindo letrero rosa que ponía “Catalina”. Que vil mentira.

En ese momento, ni mi mamá, ni mi papá, ni nadie hubiera pensado que 13 años más tarde su pequeña Cata se daría cuenta de su verdadero yo. Aunque terminé de descifrar a Lucas como a los 14 años, a los 13 ya sabía que algo me pasaba.

¿Cómo no lo supe antes cuando hay chicos y chicas trans que lo descubren desde muy chiquitos? Bueno, la verdad es que yo cuando era chico, y al igual que ahora, no tenía ningún tipo de prejuicio. A la hora de elegir la ropa o los juguetes o con quiénes hablar en los recreos, yo nunca me puse a pensar en «Tengo que elegir sí o sí este juguete porque este otro es para chicas y yo no puedo jugar con cosas de chicas» o «Mi ropa no puede ser color rosa porque es un color de chicas» o «No puedo ir a hablar con las chicas porque como soy un chico tengo que juntarme solo con chicos». No, nunca. Siempre hice lo que yo sentía que estaba bien, no lo que otro me dijera.

Otra razón es que alguien alguna vez había determinado que como había nacido en cuerpo de mujer, debía ser una. Cuando usaban pronombres femeninos al dirigirse a mí o me llamaban por mi nombre femenino, yo no me sentía extraño ni nada de eso. Me había acostumbrado tanto a ser llamado así que no me daba el tiempo de pensar si ese era el nombre que me identificaba o si eran los pronombres correctos. Simplemente no pensaba en ello.

Luego, cuando entré a la secundaria comenzó a hacerse más presente el hecho de que había algo que no estaba bien. Ya no me sentía cómodo usando la pollera del uniforme, o usando vestidos para las fiestas familiares. Nunca había sido amante de esta ropa, de hecho casi nunca la usaba (solo el uniforme, claro) pero en ese momento se sentía particularmente incómodo. Me sentía diferente... Me sentía... Patético usando vestidos, polleras, maquillaje y mi pelo largo. Agh, mi pelo es algo de lo que hablaré más adelante.

El punto es que me comenzaba a sentir diferente. No sólo con la ropa, sino también conmigo mismo. Solía decir de broma que "debería haber nacido como hombre" o que "tenía un hombre interior que deseaba salir". Lo usaba para justificar de alguna forma mis actitudes masculinas. Mis amigos solo reían, pero ninguno se imaginaba que era en serio, muy en serio. Por ese lado es como que siempre lo supe pero no lo tenía realmente claro.

Hoy en día, esto me está trayendo varios problemas pero creo por este capítulo (si se le puede llamar así) está bien. Ya podrán conocerme mejor y saber cómo sigue esto más adelante.

Gracias a quien sea que vaya a leer esto, si es que hay alguien que lo haga.

—L.

Soulagement [TransBoy] Where stories live. Discover now