Capítulo 4. Segunda parte.

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Indicó en árabe a uno de sus hombres que me desatara las manos de la brida de plástico, usadas a modo de esposas, que las mantenía sujetas.

—Vale usted mucho dinero, no voy a negarlo. Pero está usted totalmente en mis manos. Si ahora le pegase un tiro y lo echase por la borda, nadie se enteraría. Y solo mi conciencia, por no obtener una bonita suma por su rescate, resultaría afectada. Ni Alá, en su infinita sabiduría, me miraría mal por ello.

Le miré fijamente, mientras me frotaba las muñecas de por la irritación a causa del frotamiento del plástico de la brida. Pero no dije nada, esperar a que termine de hablar es lo mejor que puede hacerse en estos casos.

—Nací con un don, ¿sabe? Sé al instante cuándo un hombre me miente. Lo leo en sus ojos; Alá me agració con ese poder. Y en su nombre y en el de todo el Islam, lo uso para la victoria de nuestra causa.

Sabía hacia dónde quería ir a parar ese individuo. Después ordenó a dos de sus compinches que se fueran y nos quedamos solos. A partir de ese momento, su tono de voz cambió; había más pasión, más fuerza. Como si lo que hablásemos tuviera ahora más importancia para él.

—Si me vuelve a mentir le pego un tiro aquí mismo. Está usted totalmente en mis manos. Odio las mentiras. Prefiero su miedo.

Me quedó más claro aún.

—Ahora que ya nos conocemos mejor, podemos comenzar a hablar con sinceridad.

»Es usted el mayor experto del mundo occidental en la llegada del Al-Dajjal y la segunda venida del profeta.

Al-Dajjal, el anticristo según el Islam. Otra vez eso. Suerte que me apasionaba el tema, sino habría sido incluso asfixiante.

Por otro lado, si ese hombre me preguntaba sobre Al-Dajjal, podía tener una oportunidad de mejorar mi estatus de prisionero. Tendría que ser inteligente y no decirle ninguna mentira.

—¿Y qué desea usted saber, señor…?

—Jâlal, puede llamarme Jâlal. Sin el señor delante —sonrió de una manera franca y casi amistosa—. Antes de formularle mi pregunta quiero que sepa no soy su amigo. Le mataré si me miente o si explica algo de esta conversación a alguien.

Esto se ponía interesante.

Pero antes de su pregunta quería averiguar algo más. Aquel hombre no era igual que sus compañeros de piratería. Allí había algo más, mucho más.

—¿Y por qué le interesa tanto la segunda venida del profeta? —la pregunta llevaba una carga importante de mala intención y de veneno.

Me confirmó mi sospecha inicial: era un hombre inteligente, lo entendió a la primera. Lo vi cuando entrecerró los ojos y me miró al tiempo que apretaba fuertemente los labios.

Después sonrió, viendo que estábamos disputando una especie de duelo mental.

—No me interesa la venida del Profeta. Me interesa la venida de Al-Dajjal —me confirmó; simplemente me aclaró algo que ambos ya sabíamos.

—Había oído hablar de ciertas variantes —intenté omitir la palabra “secta”, podría disgustarle— en la religión del Islam; pero no di crédito a esos comentarios. Siempre pensé que la fe en Mahoma era tan fuerte que no permitiría que llegara a suceder lo mismo que con la fe en Cristo.

Era un comentario duro, pero menos de lo que me habría gustado si mi vida no estuviera en sus manos.

Según tenía entendido, los integrantes de estas sectas eran gente muy extremista. Incluso para los suyos, el Islam, estos individuos eran perseguidos y cruelmente asesinados en el caso de ser descubiertos.

Hybris. Los Últimos Días.Where stories live. Discover now