Capítulo 6, primera parte.

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JEAN

El hombre solitario es una bestia o es un dios.

Aristóteles, 384 a.C.- 322 a.C.

De los ocho rehenes, dos fueron asesinados de forma categórica, delante de todos, al negarse a llamar para pagar el dinero del rescate. A las dos mujeres se las llevaron y no las volvimos a ver más. Ni tan siquiera oímos sus gritos o sus lamentos.

Solo quedamos cuatro, y todos estábamos en las mismas circunstancias; no habíamos podido hablar de manera directa con alguien que nos solucionara el tema de la transferencia bancaria. Tras hablarlo entre nosotros, llegamos a la conclusión de que si querían sacar algo de toda aquella operación, no podían matar más rehenes; esa era nuestra esperanza de salir vivos de todo aquello.

Durante el día, encerrados allí los cuatro, era imposible tener tiempo para pensar. Todos hablaban al mismo tiempo y el ruido era ensordecedor. Los tres eran igual de estúpidos; estaban cargados de familia e hijos, y solo sufrían por ellos.

¡Malditos idiotas! Sus familiares sí que estarían bien; en sus casas, con agua caliente, ropa limpia, y todas las comodidades que solo nuestra opulenta sociedad es capaz de ofrecer. Y esos imbéciles no hacían más que lamentarse  por los sufrimientos de otros seres tan egoístas como ellos.

Así funcionaba el mundo… y así le iba.

Cuanto más me acercaba a mis compañeros de especie, más lamentaba ser uno de esos Homo Sapiens. Tan seguros de sí mismos, tan egocéntricos, tan convencidos de ser el centro neurálgico del Universo.

Pocos en el mundo se escapaban a ese axioma. A pesar de que la Época Clásica Griega y el Renacimiento habían quedado atrás, ese convencimiento de que el hombre era la medida justa de todas las cosas habidas y por haber aún formaba parte del pensamiento de los hombres. Parecía que esa idea se había instalado en nuestro interior como una  mutación más del ADN.

Hacía poco, algunos habían comenzado a plantearse la idea de que el ser humano era un depredador y que el planeta Tierra sufría esas consecuencias.

Pero con la crisis de los últimos años, esa filosofía había quedado totalmente relegada. La gente se olvidó de la ecología y buscó su propia supervivencia; aun a costa de cualquier vínculo biológico con todo aquello que le rodeaba.

Hacía ya algunos años, durante mi juventud, había llegado a ese tipo de reflexiones. Y fue, a partir de ese momento, que la búsqueda de ese hombre distinto se convirtió en una cuestión de orgullo personal.

Mi búsqueda era la de un hombre solitario en pos de otro hombre solitario. Aristóteles había dicho que un hombre solitario solo puede ser una bestia o un dios; aunque después Nietzsche afirmara que la mezcla de ese dios y esa bestia daría como resultado al filósofo.

Y esa soledad, fuera cual fuera el resultado final, era lo verdaderamente interesante. Aunque al final fuese una soledad compartida entre todos los seguidores del hombre que había de guiarnos hacia una nueva sociedad.

¿Y qué diferencia habría entre ser un dios o una bestia? ¿Acaso el dios de los judíos y cristianos no se había comportado como un salvaje intentando borrar a todo hombre de la faz de la Tierra? Sí, prometió no hacerlo más, pero tal vez ese era otro error. Pues si la misma Biblia, su libro sagrado, ya contenía un apocalíptico final para el hombre; ¿era ese dios el verdadero Dios y dominador de todo? ¿O era tan solo una marioneta en manos de otro rector más poderoso y sabio?

La respuesta a la primera pregunta daría como resultado que, o era un estúpido mentiroso, o era un mentiroso estúpido. Pues mentía en lo de no castigar de nuevo a los hombres. Y lo volvía a hacer al decir que era el dominador de todo; pues estaba claro que algo se le iba de las manos.

Hybris. Los Últimos Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora