Capítulo 5. Segunda parte

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Capítulo 5. Segunda Parte

Alexandra… Alexandra, sé que puedes oírme… Escúchame. Era la voz de Theo, le oía pero no podía verle.

¿Estoy muerta? Pregunté.

Afortunadamente, no. Pero ha faltado poco. Suspiró. Tendré problemas por esto…Casi acabo contigo por salvar a esa pareja de imbéciles. No entiendo por qué te preocupan tanto, en cuanto sigan su camino estarán muertos.

Supuse que se refería a Daniele y Candice. Pero sus palabras me confundieron.

¿Qué quieres decir? Inquirí nuevamente. No sabía por qué le oía en mi cabeza ni dónde estarían los demás, pero sentí que no encontraría mejor momento para resolver mis dudas.

Mi trabajo es guiarte y protegerte a ti, no a ellos. No volveré a arriesgar tu vida por salvar las suyas; ellos no son importantes. Explicó.

Tal vez para ti no, pero…

Ni para mí, ni para el futuro de la Humanidad. Sentenció. La seguridad con la que formuló esas palabras me dejó claro su convencimiento, pero seguía sin entender qué pintaba yo en todo aquello, por qué solo yo le veía, por qué yo, según él, era tan importante…

Pero antes de poder atacar con una nueva pregunta, un millón de imágenes precipitándose por mi mente en un desfile a máxima velocidad me iluminaron acerca de la respuesta. Europa destruida, ruinas, cientos de cadáveres, gente gritando y llorando, incluidos Daniele y su familia, incluida yo, terremotos, tornados, volcanes, miedo, terror, desesperación… Yo corriendo por mi vida, huyendo, precipitándome a las profundidades de un abismo rebosante de fuego, de dolor, de muerte. Criaturas infernales acechándome, dioses enfrentándose entre ellos y usando a los mortales como peones de sus propias luchas.

Y dos posibles finales: la vuelta a la calma, a la vida… o el fin de los días y el caos absoluto.

Como última imagen: una figura masculina de rostro desconocido y unos ojos que me helaron la sangre, pues barajaban las mismas dos opciones: una le incluía solo a él, la otra a mí.

Cuando las imágenes finalizaron, las brumas que se extendían por mi mente enturbiando mi comprensión empezaron a disiparse. El porqué de todo se volvió más claro, pero no por ello más sencillo de creer.

Tiene que ser una broma. Yo no puedo arreglar lo que está pasando en el mundo… No soy alguien especial. No soy ningún héroe… Y no quiero serlo. Protesté.

Si no quieres salvar a la Humanidad, la arrastrarás a las tinieblas del Tártaro.

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“Si no quieres salvar a la Humanidad, la arrastrarás a las tinieblas del Tártaro”

Esas últimas palabras siguieron repitiéndose en mi cabeza durante unos segundos, tras recuperar la consciencia, mientras los ojos verdes de Daniele buscaban algún signo de reconocimiento en los míos, y su mano localizaba el pulso en mi cuello.

—Alex, ¿puedes oírme? Alex… —comprobé que su mano derecha estaba manchada de sangre, de la mía, probablemente.

Asentí.

—Estoy bien… —aseguré sin intentar levantarme. Seguía tumbada en el suelo y desde mi posición podía ver el rostro de la estatua de Deméter, un metro a mi izquierda. Giré la cabeza hacia ella, recordando todo lo visto en mi sueño… si es que se podía llamar así. La diosa también estaba en él, tenía exactamente la misma apariencia que aquella estatua, solo que en carne y hueso. Y lloraba desconsolada.

Hybris. Los Últimos Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora