>El Amigo - XIV<

7.8K 611 146
                                    

Ambos amigos cenaban en silencio. El escritor no había creído que él pudiera aceptar su propuesta, pero lo hizo.

Y ahora estaban en su departamento, comiendo algo que el ciego había preparado con sus habilidosas manos, comunicándose en silencio.

La tensión estaba en el aire.

—¿Planeas decir algo, Howe?

—La comida... está muy buena —Halagó mientras masticaba furiosamente, y sí que lo estaba.

—¿No soy tan inútil como creías, cierto?

—Ni un poco.

El silencio regresó, pero algo comenzaba a cambiar en el ambiente. De repente la vela que decoraba el centro de aquella vieja mesa había aumentado su llama, un aire cálido entraba por las ventanas y una delicada sonrisa decoraba el rostro de su amigo.

—¿Algo más?

—¿Algo que quieras escuchar?

—¿Algo que quieras decir?

Howe resopló. Su amigo sí que podía entenderlo.

—Lo siento —Se disculpó finalmente, y todo parecía estar en orden nuevamente—... Cuando me dejaste me di cuenta de varias cosas.

—Yo nunca te dejé, Howe, pero tú nunca lo notaste.

Su última confesión lo dejó sin palabras unos segundos.

—Yo te llamaba inútil, pero no pensaba que lo fueras. Yo quería que lo fueses, sin embargo —Le explicó con detenimiento—... Quería protegerte, ser ese mejor amigo ejemplar que todos parecen tener, y es que tú siempre has sido mejor que yo. Tú nunca fuiste el inútil, pero yo sí.

Su amigo se rio de él.

—Finalmente lo reconoces —Se maravilló.

—Supongo —Respondió el demente con una sonrisa que el chico moreno no fue capaz de ver.

—¿Algo más que quieras reconocer?

Howe lo pensó un poco antes de contestar.

—No, pero hay algo que quiero hacer.

El amigo se mostró curioso ante se confesión.

—¿Y qué quieres hacer?

Pero Howe no respondió, pues él prefería las acciones.

Con elegancia limpió sus labios con una servilleta y se levantó de su silla sin hacer ningún ruido. El ciego esperaba. Se acercó con una sonrisa, temblando de pies a cabeza inconscientemente.

Lo miró fijamente cuando estuvo tan cerca como para apreciar cada uno de sus rasgos, y admitió para sí mismo que siempre lo había considerado hermoso.

Dejó salir todo el aire que no sabía había estado conteniendo cuando, sin darse cuenta de cómo ni cuándo, sus narices se tocaron.

—Tú puedes hacerlo, Howe —Lo alentó él.

—¿Y tú quieres que lo haga?

—Desde el primer día —Admitió.

Y entonces lo besó.

|| HOWE ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora