Una esperanza

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—¡Espere, por favor, señorita! Tengo conmigo su teléfono

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—¡Espere, por favor, señorita! Tengo conmigo su teléfono. Perdóneme por el atrevimiento de haberlo tomado sin su permiso, pero fue por una buena causa —declaró el cocinero, al tiempo que extendía la mano para entregárselo.

La joven de inmediato se palpó el bolsillo delantero del pantalón, en donde usualmente llevaba el aparato. No había notado que no lo tenía consigo.

—Todos estábamos muy preocupados por usted. Me tomé la libertad de revisar entre sus contactos para encontrar a algún familiar suyo que viniera a buscarla. Cuando vi que solo tenía mensajes de este joven, enseguida supuse que se trataba de su novio. Menos mal que no me equivoqué al llamarlo.

Cuando Maia escuchó aquellas palabras, sintió que estaba tragando babosas en lugar de saliva. Deseó que la tierra la absorbiera por completo y la escupiera en China. No solo quedaba en evidencia que no tenía una vida social muy activa, sino que guardaba únicamente los mensajes procedentes de Darren. Recogió el celular con la mano temblorosa y apenas le salió un hilito de voz para darle las gracias al hombre. Luego de ello, se dio la vuelta y marchó a toda prisa hacia el asiento trasero del automóvil de Jaime.

No tardó en ponerse a jugar con Kari. De esa forma podía distraerse y, al mismo tiempo, mantener la distancia entre ella y el joven Pellegrini. Sobre todo, estaba evitando mirarle el rostro a como diera lugar. Quería bloquear, al menos por un rato, el recuerdo de aquel par de expresivos ojos marrones que la observaban fijamente, con el ritmo de la respiración acelerado y los labios sonrosados entreabiertos. Había estado a unos cuantos segundos de besarlo... ¡Y era ya la segunda vez que eso le sucedía en apenas unas cuantas horas!

La cálida presencia de las manos varoniles acariciando su piel la había hecho estremecerse de gusto. Sin previo aviso, sus propias manos habían tomado una decisión por sí mismas al corresponder las muestras de afecto del muchacho. El corazón todavía le latía con ímpetu tras ese encuentro tan íntimo con Darren. El estallido de los fuegos artificiales multicolores en su vientre le revolvía los pensamientos de mil maneras distintas. ¿Por qué no había podido controlarse? ¿En qué diablos estaba pensando? Aunque ya habían transcurrido varios años desde aquel triste episodio con Nicolás, aún no se sentía preparada para aceptar esa clase de sentimientos en su vida otra vez. Necesitaba un buen tiempo a solas para aclarar su mente después de todo lo ocurrido esa noche.

Por su parte, Darren se había acomodado en el asiento del copiloto una vez más. Su semblante parecía estar hecho de hielo y tenía la mirada enfocada en explorar los encantos del suelo. La furia del rubor en sus mejillas se había apaciguado. Sin embargo, aún se percibía la presencia de un ligero matiz arrebolado en ellas cuando escuchaba la voz susurrante de Maia, quien estaba charlando con la perra. El simple hecho de saber que la joven estaba ahí, justo detrás de él, había desatado otra ola de tamborileos, saltitos en las piernas y mordisqueos de uñas. Estaba por volverse loco ante la abrumadora fuerza de las emociones reprimidas que pugnaban por emerger y dominarlo.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora