Aquel nombre

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La alegre atmósfera que el destello dorado del sol le confería a los alrededores parecía irreal, casi onírica

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La alegre atmósfera que el destello dorado del sol le confería a los alrededores parecía irreal, casi onírica. ¿Cómo era posible que hubiese tanta luz rodeándolo cuando sentía que su alma estaba ahogándose en un pantano de tinieblas? Darren avanzaba despacio por en medio de las calles aledañas al apartamento de Maia. Pronto halló una banca metálica en torno a un árbol frondoso y se sentó allí. El chico no cesaba de pensar en todo cuanto había sucedido la noche anterior. Un presentimiento aciago lo invadía una y otra vez en cuanto recordaba el llanto de la muchacha. A él le hubiese encantado creer que no había ningún otro motivo más aparte de una sobrecarga de estrés escondida detrás de esas lágrimas. Pero él sabía que pensar de esa forma sería un ridículo autoengaño.

Las palabras de la chica le habían transmitido un mensaje muy distinto del que él había visto alojado en sus expresivos ojos. Por un instante, los azulados iris femeninos se había transformado en dos intimidantes témpanos de hielo. "¿Por qué volvió a mirarme así?" Muchas semanas atrás, cuando sus miradas se cruzaron por primera vez, Darren había sido testigo del invierno que habitaba en el corazón de la jovencita. Aquella frialdad empezó a desaparecer poco a poco hasta ser reemplazada por la tibieza que nace del afecto sincero. Como un jacarandá en plena primavera, el alma de la chica había florecido otra vez. El varón no había presenciado una nueva nevada en los ojos de Maia hasta ese día. Así como él no se atrevía a confesarle la verdad completa, la violinista parecía estar ocultándole algo muy importante también.

"¿Será posible que ya lo sepa? Don Pedro me aseguró que Maia se rehusó a conocer los detalles del accidente. Nunca quiso ver el video ni intentó saber nada acerca de la otra persona involucrada. Tampoco pensó en presentar cargos para no tener que ver al asesino... verme a mí... a la cara". El muchacho respiró hondo mientras levantaba el rostro hacia el cielo despejado. Una bandada de palomas sobrevolaba el área en ese momento. El chico deseó que su cobardía se marchara volando junto con ellas. ¿Por qué no se lo decía todo de una buena vez? Se odiaba por no ser capaz de hablar todavía, pero le aterrorizaba la idea de perder a la joven López para siempre.

"¿Se habrá enterado de alguna otra forma? ¡Ay, por Dios, espero que no! Esto lo tiene que escuchar viniendo de mí y no por boca de alguien más". De solo imaginarse el instante en que se lo diría, se le revolvía el estómago y su pecho comenzaba a doler. ¿Por qué tenía que haberse enamorado precisamente de ella? De entre las posibles burlas del indolente destino, a ellos dos les había tocado enfrentarse a la más despiadada de todas, sin lugar a dudas.

"Si ya lo supiera, estaría muy molesta conmigo, me aborrecería. Y estaría en su derecho de iniciar un proceso legal para castigarme. Pero, en lugar de eso, me dejó dormir en su casa y hasta dijo que me quería". El varón se sentía como un ente inhumano por ocultar algo tan importante y permitir que la muchacha se encariñara con él. La estocada de la confesión resultaría ser aún más dolorosa al estar los fuertes sentimientos de ambos de por medio. Cuando por fin llegara el momento en que Darren se enfrentara a sus demonios, la devastación emocional de los dos estaba asegurada.

Sonata de medianoche [De claroscuros y polifonías #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora