Capítulo 6. No digas nada

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La tensión en el ambiente era palpable. Todos miraban atentamente a María excepto Nathaniel, quien seguía mirando a Nicole y apretando el lápiz con todas sus fuerzas. Nadie se atrevía a romper el silencio ya que en el momento en que eso ocurriese todo estallaría. Por primera vez la cara de Nicole estaba desencajada y no brillaba con ese toque especial que la caracterizaba. María sentía algo extraño en el estómago. Angustia, ¿podía ser eso? El rostro de desesperación de la joven hacía que ella se sintiese en la obligación de decir algo y arreglarlo, pero tenía tanto miedo a las reacciones que no sabía cómo empezar.

Esbozó su mejor sonrisa y trató de sonar convincente aunque por dentro se estuviese muriendo de pavor.

—Ya sabes, ese chico de antes que se te ha acercado a pedir la hora y tenía el reloj en la muñeca —dijo María tratando de sonar natural—. Estaba más que claro que estaba loco por ti, y tú ni siquiera te has dignado a responderle, pobrecillo —comentó con una pequeña sonrisa.

Acto seguido comenzó a reír tímidamente. Prueba superada, o al menos, lo había intentado. No había mucho más que ella pudiese hacer. Fijó la vista en los chicos para ver si se lo habían creído o no.

La cara de Bruno se fue relajando poco a poco, aunque no parecía muy convencido. Nathaniel seguía mirando a Nicole, quien le dedicó una sonrisa triunfal. Parecía que todo había ido bien.

—¿Qué te he dicho? —reprimió Claudia—. Tú como si fueses muda. Como si no estuvieses. De hecho, no te pegues tanto a mí, deja espacio —añadió de forma seca.

La joven aún nerviosa por la situación vivida se levantó y dejó dos asientos de por medio. Tampoco es que le hiciese demasiada ilusión estar junto a Claudia.

—No seas así Clo. Es su primer día —dijo Bruno.

En la voz del chico había una mezcla de burla y amabilidad. Era muy extraño, no sabía si realmente estaba siendo amable, o tan solo se reía de ella como el resto.

—San Bruno de todas las anormalidades, discúlpeme usted, olvidaba que los bichos raros son su debilidad —se burló Clo.

Nathaniel siguió dando pequeños mordiscos a su manzana mientras observaba la conversación sin mucho interés. Parecía que no se había creído la explicación de María y que seguía dándole vueltas al asunto

—Voy al baño —dijo María con apenas un hilo de voz.

Su voz sonaba frágil. Estaba temerosa de interrumpir la conversación, pero no aguantaba más ahí. Esto de estar con Claudia todo el rato era más bien un castigo para ella.

Claudia la miró despectivamente. Poco le importaba a donde fuese o si acaso pensaba volver.

—Voy contigo y así te enseño donde está —respondió Nicky.

El ofrecimiento de esta le sonó bastante sorprendente, pero no podía negar que le entusiasmaba la idea de poder conversar con ella. Desde que la había visto en el discurso había sentido la necesidad de conocerla más, de acercarse a ella, y no iba a dejar escapar esta oportunidad.

—Te he salvado, ¿eh? —dijo María tratando de sonar graciosa para romper el hielo.

Habría habido mil formas de empezar una conversación, pero María no era muy buena en esas cosas. Todo lo que se pasaba por su mente lo soltaba aunque después eso le trajese problemas. Siempre había sido así, ser natural en la vida era su lema.

—Tú me habías metido en ese lío, así que estamos en paz—respondió Nicole.

La sequedad en las palabras de la chica hizo que María se quedase un poco atónita. Acababa de salvarla, podía haber dicho toda la verdad y, sin embargo, sin conocerla la había cubierto, ¿por qué era tan borde con ella? María solo estaba tratando de ser amable...

Acto seguido Nicole se giró hacia la chica y la miró con una sonrisa inocente.

—Respecto a lo de antes, tú no has visto nada, ¿entendido?

Su voz era amenazante y autoritaria, le recordó en cierta manera a la de Bruno. Sin duda alguna, esos dos eran hermanos. María asintió rápidamente con la cabeza y Nicole le sonrió. No conseguía entender muy bien a la chica, tan pronto parecía un completo ángel como se convertía en una persona que daba bastante miedo.

—Bueno, ahí están los baños. No hace falta que entre contigo, ¿verdad? —preguntó retomando su natural aura angelical.

María medio sonrió, no quería más problemas.

—¿Puedes decirle a Claudia que me encuentro algo indispuesta y que me he ido a mi habitación?

Nicole le dedicó una dulce sonrisa, giró sobre sus talones y se dirigió de nuevo junto al resto de sus amigos.

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora