Capítulo 54. Negociación

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Nate se giró hacia el profesor, le cogió del cuello de la camisa y lo aprisionó contra la pared. Todos se giraron sorprendidos. No entendían nada de lo que estaba pasando.

—¿Qué haces? —le increpó Óscar.

—Entre ellas y tú claramente siempre las escogeré a ellas, y ahora dale el diario —le dijo de forma amenazante.

Quizás no era lo correcto, pero no permitiría que a su hermana y a Nicky les pasase nada. Una vez estuviesen a salvo ya se preocuparían del dichoso diario.

Óscar levantó la mano para tratar de soltarse, pero el grifo profirió un chillido de advertencia.

—Haz caso al chico, ya sabes que no tiembla la mano a la hora de matar a gente de esta familia —dijo de forma burlona mientras recordaba el día de la muerte de Diana.

En verdad no estaba en sus planes matarla, siempre le había parecido una belleza exquisita además de una gran luchadora, pero se interpuso en sus planes y no le quedó más remedio que asesinarla.

—¡Basta Gael! ¿Qué buscas con todo esto? —preguntó el profesor casi desesperado.

Él no sabía dónde estaba el diario. Adrianna era muy celosa con sus cosas. Jamás confiaba en nadie.

—¿Sabes qué me dijo la dulce Diana antes de morir? —prosiguió con una malévola sonrisa.

Sabía de la admiración y cariño que su antiguo amigo le había profesado a la mujer.

—¡Gael! —chilló.

Bruno soltó a María, iba a matar a ese tipo. Si no fuese porque si se movía un solo centímetro el estirge perforaría la garganta de su hermana, ese hombre ya estaría muerto.

—Tenías que haber visto su preciosa carita llena de confusión. Me miraba sin entender nada. Incluso me dijo que yo era un alumno ejemplar, un buen chico. Que no tenía que hacer eso, que ella me ayudaría... —se rió.

—¡Te voy a matar! —le amenazó Óscar con toda la furia que había tratado de controlar desde la muerte de Diana.

Gael siguió riendo.

—Sabes, en realidad me dio hasta pena. No opuso mucha resistencia, no quería dañarme —dijo fingiendo un tono de inocencia—. Así que mande a mi estirge a por ella y clavó su pico en su cuello. Sin embargo ¿sabes qué? Eso no la mató —le contó como si le estuviese dando una lección—. La verdad es que cayó en el lago y con la sangre que había perdido se desmayó y no pudo salir... ¡Se ahogó! —continuó divertido—. ¡Qué irónico! Si tú hubieses estado ahí la hermosa Diana se hubiese salvado... Toda una desgracia que pudiste evitar...

Todos se quedaron en silencio después de semejante declaración.

—Pero la historia no tiene porqué repetirse... A ella sí que la puedes salvar. ¡Dame el diario!

Todos miraban atentos a Gael y Óscar.

—¡Dáselo! —le gritó Nate desesperado.

—¡No! —chilló Nicole.

—Niña cállate. Estamos hablando los mayores. La verdad es que ya entiendo que ves en ella amigo —dijo entre risas—. Es toda una luchadora. Sin duda ha heredado el alma de su madre. En otras circunstancias...—añadió con una espléndida sonrisa mientras acariciaba suavemente la mejilla de Nicky—. Una pena.

—No lo entiendes, no vas a ganar. No puedes hacerlo. Nadie te va a dar ese maldito diario y aunque lo consiguieses jamás serías capaz de derrotar a la directora y al resto de Domadores. Te escondes detrás de tus hombres y solo te atreves a atacar a alumnos que están solos. ¿De verdad crees que tienes alguna oportunidad de vencer? Eres patético. Ya has perdido —le dijo Nicole con una gran sonrisa.

Todos la miraron sin saber bien qué decir. Tenía el pico del estirge rozando su cuello y aun así no estaba asustada, ¿qué pasaba con ella?

—Admiro tu valentía, pero no te equivoques mi paciencia no es infinita —le advirtió Gael.

¿Cómo se atrevía a hablarle así? ¿Es que acaso no tenía ningún respeto por su propia vida?

—Tienes tres minutos para darme el diario o ella morirá —sentenció.

Óscar no sabía qué hacer. No tenía idea alguna de dónde podría estar, pero era cierto que si alguno de los presentes tenía alguna oportunidad de encontrarlo era él...

—Está bien, pero suéltala.

—Primero el diario.

Nate soltó al profesor y se apartó para dejarle sitio.

Nicole cerró los ojos, no iba a permitir que algo que parecía tan poderoso acabase en las manos de ese repudiado por su culpa, así que presionó su cuello contra el pico de la criatura. Ella no sería la causante de tanto mal... Nunca se lo perdonaría.

La sangre comenzó a caer por su cuello y acto seguido se desplomó.

—¡No! —chillaron todos al unísono.

Bruno, Óscar y Nate corrieron desesperados hacia ella. Clo se arrodilló junto a su amiga que yacía inerte en el suelo junto al charco de sangre que fluía desde su garganta. ¿Por qué lo había hecho?

Cesar, Marco y María la miraban petrificados. No podía ser cierto, no podía acabar así...

Gael observó perplejo la escena. Había perdido toda su ventaja...

De pronto toda la habitación explotó y María cayó al suelo desmayada.

Domadores  | #1 | (En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora