Dieciocho

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El futuro se asemejaba más a un campo de minas que a una plácida tarde de Domingo. Parecía que en cualquier momento, dar un paso en falso podía acabar con toda la estabilidad que habíais estado disfrutando los últimos meses.

Sonaban los tambores de la tormenta, podías sentirlo en tus huesos. La paz se balanceaba sobre un fino hilo, entre la manada de Gwangju, la desaparición de la renegada familia de Jimin, el secreto de Minji y el embarazo de Yoona. Todos ellos eran minas en campo abierto que acabarían por explotar tarde o temprano y no querías pensar en lo que dejarían detrás de sí.

Estabas realmente asustada. Temías, por ti, por los tuyos, por tu nuevo hogar. Y aunque Jimin sentía también el temblor en sus huesos y sus instintos le hablaban de batallas que se acercaban, había momentos en los que, pese a todos vuestros miedos y responsabilidades, lo único que existía erais vosotros dos.

Generalmente, las mañanas eran esos momentos.

Echaste tu cabeza hacia atrás con un profundo suspiro. Los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana, apenas estaba comenzando a amanecer. Tu cuerpo desnudo se removió sobre el colchón a medida que tu respiración se hacía más frenética y bajaste tu mano hasta el cabello plateado de Jimin, cuya cabeza estaba hundida entre tus piernas.

—Jimin...ahí—Gemiste cuando la lengua de Jimin encontró justo el punto exacto para jugar entre tus pliegues y amabas como lo hacía. Adorabas la sensación de sus voluptuosos labios contra tu centro y su cálida y larga lengua explorando tu sexo tan bien. El secreto por el cual Jimin era una maravilla con su boca era porque le gustaba. De todos los hombres con los que habías estado, Jimin era el único al que le apasionaba probarte, lamerte y saborearte como si fueses su helado favorito. Aunque como lobo podía llegar a ser muy posesivo y dominante en el sexo, la naturaleza de Jimin era generosa y disfrutaba teniéndote gimiendo y removiéndote sobre el colchón durante cuarenta minutos todas las mañanas mientras él devoraba pacientemente tu entrepierna con su boca— Ven aquí, bebé. —Jadeaste tirando suavemente de su cabello, no ibas a durar mucho más y Dios sabía que si Jimin te hacía alcanzar el tercer orgasmo aquella mañana, no serías capaz de levantarte de la cama en todo el día. Tuviste que insistir un poco más para que Jimin abandonase su posición entre tus piernas con un quejido y finalmente, subiese por tu cuerpo hasta que su rostro estuviese a la altura del tuyo. Con una sonrisa adorablemente diabólica, deslizó una de sus manos por tu pierna derecha, agarrándola del tobillo y te ayudó a alzar tu pierna hasta que tu tobillo estuvo sobre el hombro de Jimin.

Gracias a Dios que tenías algo de elasticidad en el cuerpo o Jimin te habría roto ya.

Jadeaste al sentir su punta entre tus húmedos pliegues y te removiste, impaciente. Escuchaste como él contenía el aliento ante tu urgencia y empujó un poco, introduciendo su punta dentro de ti.

—Jimin...—Jadeaste al recordar— Condón —Murmuraste mirando a la mesita de noche y alargaste la mano aunque en vano. Jimin gruñó sin mucho afán de interrumpir lo que estaba haciendo pero tú insististe— Jimin, te dije he dejado de tomar las anticonceptivas, me hacen sentir mal...

—Por favor....—Gimió Jimin besando y lamiendo tu cuello, sin avanzar dentro de ti pero manteniendo su postura. Sus labios subieron a tu oreja y mordió suavemente el lóbulo— ¿Confías en mi?

—Jimin, este no es el momento para discutir el tema.

Quizá fue tu tono, más serio de lo que pretendías. O quizá fue otra cosa, pero apenas unos segundos después de sentir el cuerpo de Jimin tensarse, de repente su piel ya no cubría más la tuya.

Parpadeaste aún confusa por lo que acababa de ocurrir cuando Jimin se apartó de encima tuya de golpe y te sentaste en la cama, observando incrédula cómo él procedía a vestirse.

the big bad wolf ;; wolf!btsWhere stories live. Discover now