Recuérdame.

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Es plena primavera y todo es perfecto -mágico-, pero de repente es domingo y me doy cuenta de que la sudadera azul marino que guardo en el fondo de mi armario es perfecta para el frío que hace hoy. Me despierto y aunque sepa que no te arrastré a casa anoche me sorprendo al no verte en la cama. Supongo que mi piel se ha acostumbrado a tu tacto y siento tu calor, aunque no estés -aunque nunca hayas estado-. No te creas que me engaño, me acuerdo, me acuerdo de cada puta palabra que dijiste. No me olvido de nada. No me olvido porque desde entonces he intentado recordar el momento en el que las flores empezaron a caer, a marchitarse para dar paso al otoño.

Te veo pasar y un recuerdo se me clava un poquito más adentro. Es tarde, llevo tu camiseta que me sirve de vestido. Música, probablemente de tu elección. Miradas, llenas de sentimiento. Abrazo, reviviendo todo lo muerto en mí. Confesiones, dándote partes de mí que prometí que jamás daría. Cama, dejando rastro de nuestro amor y sueños en compañía. Me pierdo en mi recuerdo y sin darme cuenta ya has pasado, eso es todo lo que me queda, el perderme en mi recuerdo. Porque cuando te miro ya no veo al abrazo que me revivió, ni me acuerdo de que había enterrado la idea de querer hasta que tuvimos una charla en un lugar perdido a las tres de la mañana. No te veo, es como si hubieras mudado la piel para convertirte en alguien exactamente igual a quien eras solo que esta piel no reconoce mi tacto, ni mis ojos, ni nada de abrazos, ni confesiones, ni camas, ni pedazos míos que te quedaste y necesito que me devuelvas. Tal vez fui demasiado sincera y no tuviste otra opción que salir corriendo porque sabes que nadie te hubiera querido tan bien como yo, porque puedes haber querido a quien te da la gana, pero nadie cura heridas tan bien como yo, nadie sabe crear arte con tan solo una cama y un cuerpo como yo, nadie tiene mis ojos, esos ojos que te pueden abrazar desde la otra punta de la habitación cuando dices que "algo se te ha metido en el ojo". Admítelo.

Cuando te pongas mi camiseta-vestido, acuérdate de como bailé alrededor de toda la casa mientras asegurabas que yo era lo más bonito que habían visto tus ojos; cuando sea hora de ir a la cama y tengas que quitarte mi camiseta-vestido, acuérdate de cuando me la quitabas a mí y hacíamos música piel con piel; cuando te vayas a la cama, acuérdate de todas las noches que tuviste el placer de poder abrazarme y dejar que yo ahuyentara tus monstruos y, por la mañana, cuando vayas a ducharte, acuérdate de que esa misma agua un día recorrió mi piel, acuérdate cuando vayas por la calle y no sientas mi mano apretando la tuya.

Cuando estés en el sofá y cuentes un chiste del que nadie más se va a reír, entonces, acuérdate del sonido de mi risa y vas a querer gritarle al mundo que quieres mi risa, las galaxias de mis ojos y mi todo, pero todo lo que vas a tener serán rastros de mí en cada rincón tuyo.

InmarcesibleWhere stories live. Discover now