Es mi turno.

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Alquilamos un coche para escapar de la ciudad. Música alta para callar nuestros pensamientos. Acabamos en una colina con la ciudad de fondo, luces a lo lejos, lejos de la realidad. Apagué la música. Nos miramos como si pudiéramos intentar escapar del miedo, como si pudiéramos intentar querernos correctamente por una vez.

Sabía lo que pasaría a continuación, me dirías que no podemos seguir con este cuento lleno de mentiras y engaños. Aguanté la respiración esperando la frase que haría de mi vacío un espacio más grande.

"No te conozco" dijiste, para mí sorpresa. Y tenías razón. No me conocías, no dejé que lo hicieras. No podía dejarte que tuvieras un pedazo de mí. Y lo siento. No era miedo, era el saber que si dejaba que lo hicieras, te arruinaría. No lo entenderías. Pretenderías ser el héroe de esta historia, pretenderías salvarme. Y yo sigo sin pretender que nadie me salve. Así que, te empujé, te lancé al vacío. El tipo de vacío en el que, el que se salva eres tú.

Hubieras huido de todas formas. Y no puedo pretender quererte cuando sé que no lo haré. No puedo dejar que te destruyas mientras intentas salvarme a mí.

"¿A quién has querido tanto que te ha arrebatado las ganas de querer a nadie más?" preguntaste esperando a que aportara una solución en la que te digo que elijo quererte a ti . Lo siento. No. Porque tienes razón. Quise por encima de mis posibilidades, eligiendo dar oportunidades a quien se atreviera a pedírmelas, sin pensar en darme una a mí.

Así que, no lo siento, pero elijo quererme a mí, darme una oportunidad. Dejando que mis alas vuelvan a crecer para poder volar más alto que nunca.

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