=Especial Sanji: Primeros días en un cálido infierno=

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Semanas atrás.
Narra Sanji.

Llevo en esta prisión de mierda unos dos días. Estoy todo sucio y asqueroso, vaya buena suerte.

Debido a que ya pasé los dieciocho años, soy tratado como adulto aquí, y la situación es apenas horrible. No tengo abogado, y el juicio es en un par de semanas. Por ahora, estoy acusado de asesinato y amenaza de muerte a un oficial, por entrar ilegalmente a propiedad privada, por atentar contra la vida de alguien y por llevar armas blancas, lo cual me llega a pensar que estaré aquí el resto de mi vida, algo muy gratificante, de seguro.

La comida de aquí es –por no decir horripilante– un poco menos sabrosa de la que comía en los almuerzos de la escuela.

—¡Es hora de comer!— gritó uno de los ofíciales, las celdas se abrieron y los que se encontraban adentro, salieron formando un gallinero.

Muchos oficiales rodeaban a lo lejos las mesas, vigilando así a las personas, o más bien, criminales –todavía no sabría decir si soy uno–. Mi intento de habitación estaba completamente vacía, no quería salir de allí, sentía el ambiente poco agradable.

—¡Vamos, afuera!— me ordenó un guardia, me levanté de mi litera obedeciendo.—¡Rápido, holgazán!

Salí de donde estaba y miré desde el segundo piso el comedor. Era todo un desastre, pero al fin y al cabo, pasaría aquí toda mi desgraciada vida.

Bajé las escaleras y suspiré. Me dirigí al comedor ya con una bandeja de comida en la mano, veía cómo unos sujetos robustos hablaban entretenidamente mientras otros se reían y comían como animales. Luffy a un lado de estos tipos come tan elegante como un príncipe.

No tuve más opción que sentarme en el suelo, cualquier silla que había disponible, estaba reservada. Por lo que no era el único en el suelo.

Empecé a digerir los alimentos sin ningún problema, cerré los ojos intentando calmar mi estrés, la falta de cigarrillos era inmensa.

—¡Hola!— me saludó un hombre de los que estaba sentando en el piso.—¿Cómo te llamas?

Dejé un silencio que para nada les incomodó...sí, les incomodó, porque trajo otro rarito.

—Oe, ¿será este sordo? Yo no sé hablar en señas, Coby.— siguió el mayor, el pelirosa movió las manos torpemente.

—Tch, sé hablar, par de idiotas.— contesté a punto de un ataque de histeria.

—Ohh, pues sí, yo me llamo Coby, y él es Helmepo, mucho gusto.— me extendió la mano, le correspondí el saludo sin muchas ganas para no verme descortés.—¿Por qué estás aquí?

—Eso debería preguntar yo, te ves muy joven como para estar aquí.— evité la pregunta, es un tema que no quisiera tocar hasta el día del juicio.

—Si, pues verás, estoy aquí por intento de asesinato.— el menor comenzó a jugar con sus dedos, me sorprendí un poco e hice –inconsciente– una mueca.—¡Pero no es lo que piensas!— agitó sus brazos.

Coby me habló acerca de cómo llegó allí, resultó ser algo bastante traumático.

Él y su amigo –que en realidad es su hermano– fueron víctimas de abuso físico y mental. Su madre falleció cuando ambos tenían alrededor de seis años, su padre siempre fue poseedor de drogas y armas, lo que provocó que cuando su esposa muriera, se convirtiera en un traficador.

¡Nakamas...!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora