=Especial Sanji: Una decisión apresurada.=

152 5 1
                                    

Narra Sanji.

Estaba cansado, la noche anterior no pude dormir ni un poco. Espero que el tal "Kid" haya dicho la verdad, o poco a poco moriré aquí adentro.

Intenté sacar el tema de los cigarrillos de mi cabeza acercándome al chorro de agua y dejando mi pelo mojarse, coloqué ambas manos en la pared que había, agachando ligeramente mi cabeza mientras las gotas caían por todo mi cuerpo.

—Tienes un buen cuerpo, Sanji-san, a nosotros nos falta aún.— escuché decir, mi quijada se tensó.

—Gracias por el halago, pero prefiero que venga de una dama.— dije aún sin mirarles, me sentía como una mujer en sus días, todo es irritante y molestoso.

—¿Te pasa algo?

—Fumo.— sólo respondí, ellos asintieron entendiendo.

—Ohh, sí, la mayoría mueren agonizando de dolor, no es muy buena idea dejarlo de pronto.— se miraron entre sí.

—Consideraré el consejo.

No hablaron más, o al menos no dirigiéndose a mí, porque se adentraron uno en una de las bañeras y el otro en la siguiente, discutiendo temas que eran de menor importancia.

Pensamientos tras pensamientos. Me tenía agotado el tener que luchar con todo esto, daba flojera, aunque supongo que es por la falta de sueño. Nunca en mi vida me imaginé estar en la cárcel, ni mucho menos por cometer un crimen que, según los oficiales, cometí con mis propias manos.

[•••]

Pasé las manos por mi cabeza, cerrando los ojos en busca de tranquilidad, no sé si sea ya la necesidad de una buena fumada, pero creo que voy a hacer las porquerías esas que hace la lechuga esa, era...creo que el término correcto es: meditación.

Ya sentado, crucé mis pies y elevé mis manos.

Vale, sólo dos cosas suceden en ese estado: soy un tonto y no sé hacer esto o no funciona. Prefiero la segunda opción pero algo me dice que probablemente sea la primera, sintiéndome un gran idiota.

Rendido me tiré a la cama con las piernas extendidas a los lados, si apenas llevo un poco menos de un mes y ya me parece aburrido, no me quiero imaginar si me sentencian el resto de mis días, aunque si ese fuera el caso...mil veces elijo que me den condena a muerte. Pero dudo mucho que pase eso, en cualquiera de las dos situaciones Luffy y los chicos vendrían a sacarme. Nami me besaría apasionadamente diciéndome que me extraña y quiere realizar su vida conmigo, ahí le pediría el matrimonio y al fin seríamos la pareja ideal, oh, pero faltan los niños, quiero...ocho, sí, ocho. Cuatro niñas y cuatro niños, y que dos de las pequeñas sean gemelas para poder confundirlas a propósito. Nombres, a ver, nombres...creo que Jun, Shyumi, Ryuma y Maryu, que las últimas dos sean las gemelas, en cuanto a los chicos estaría bien: Shin, Haru, Rukai y Ben.

—Llevas sonrojado veinte minutos, te vas a quedar sin sangre si sigues con las hemorragias.— comentó mi compañero de celda sacándome de mis magníficas ideas familiares.

—Qué lindo que te preocupes por mí, pero estoy bien, aunque sacado de quicio pero normal.— se escuchó sarcasmo en mi tono de voz, el cual solía ser más áspero con extraños o con personas que no eran de mi agrado, como él.

—Conseguí lo que querías, te daré las cajetillas cuando completes unos cuantos retos.— sonrió malicioso, sabía que no era algo del qué alegrarse, pero esos cigarrillos valían más que el oro en esta prisión, en Ennies Lobby.

—¿Qué retos?— carcajeó, como si estuviera esperando esa pregunta hacen siglos.

—He visto que eres fuerte, que has entrenado. Eres un poco arrogante, pero en mi grupo hay peores que tú, yo soy uno.— rió ante su comentario, porque chiste no se puede llamar.—Únete a mi pandilla temporalmente, veremos tu capacidad y si te place, te nos agregas.

Era una decisión algo apretada, pero tampoco quería hacer algo de lo que me fuera a arrepentir.

—Déjame pensarlo.

—Tengo tus cigarillos.— sacó de su bolsillo una caja de ellos, por un momento quise aceptar, pero me estoy obligando a pensarlo...o a hacerme el fuerte.—Tú decides.

Extendió una larga y siniestra risa hasta llegar a su parte de la habitación. Tragué seco al oírlo lejos, estaban frente mío...hasta sufrí la pronta cercanía. Pero debía realmente pensarlo y sólo pasaba por mi mente los malditos cigarrillos invadiendo mis órganos.

Sabía que, probablemente, lo iba a lamentar luego. Pero de eso está llena la vida y cometer un pequeño error tampoco cambiaría la situación en la que estoy.

Al siguiente día.

—Dame la cajetilla de una vez por todas, cumpliré con lo que digas. Sólo dame cigarrillos y en mi estadía aquí, tienes un cincuenta por ciento de mí.— fue lo primero que dije al ver que abrió un ojo.

—¿Cincuenta por ciento?— preguntó con arrogancia, sonreí y sentí que hasta me dolió, hacía bastante que no lo hacía.

—La confianza se gana.— y mi sonrisa pareció ser contagiosa, al ver cómo la comisura de sus labios se extendía, la angustia y la impaciencia se apoderaba de mi ser.

—Los cigarrillos también.— contestó, posiblemente para pincharme, y con la poca paciencia que tenía, lo estaba logrando.

—¿Me los entregarás o no, bastardo?— cuestioné provocando el enojo por parte del pelirrojo, el cual se acercó a mí con cierto aire intimidate. O eso creería él de sí mismo, porque la verdad no me levantaba ni un pelo.

—Si vas a ser parte de mi pandilla, debes aprender a respetar a tus superiores. Y yo soy uno, de hecho, yo soy en jefe de toda esa ola de criminales. Y si quieres vivir para poder darte una inútil fumada, debes saber cómo sobrevivir.— presionó con brusquedad mi pecho con su dedo índice, me mantuve estático mirándolo fijamente, ni que fuera el rey del mundo.

—Si, claro, entendí. ¿Ya puedes darme mis cigarrillos, papi?— contesté sarcásticamente fingiendo una voz de niño infantil.

Me miró de mala gana y me los lanzó en la litera, intenté no verme apresurado sosteniendo su mirada. Cuando una sonrisa burlona estuvo en su rostro, bufó y dio la vuelta en dirección a su parte de la celda.

De un sentón caí a mi cama y agarré la cajetilla tembloroso, ahora el problema no era la falta de cigarrillos, sino un encendedor para fumarlo.

—Qué mierda.— maldecí exasperado, una fuerte carcajada se escuchó por parte de Kid.

—Te doy el encendedor mañana, hijito, vamos a desayunar en unos minutos.— las ganas de ahorcarlo o asfixiarlo con la almohada no faltaron, pero si quería ese maldito encendedor debía "obedecer".

Aquí hay que sobrevivir, o sino quedas eliminado. Y es cosa que he aprendido, tengo que ser astuto y no dejarme llevar por mis instintos animales.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jan 20, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

¡Nakamas...!Where stories live. Discover now