Condena

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Ay furiosa rabia que consume el cuerpo de mi fiel oyente, 

mi consuelo, mi amante. 

Por qué haz de negarte a tu caballero, 

es qué acaso te he fallado, o he ofendido la dignidad de mi compañera... 

que bajo tierra descansa.


Las cadenas que me condenan son más fuertes que cualquier juramento, 

porque no hay mayor amor que el que di yo.


En el sol radiante de medio día, 

mi doncella y yo jugábamos en la arena, 

quizás éramos solo niños, 

quizás ya ha pasado demasiado tiempo. 

Las imágenes son borrosas en mi interior, 

pero allí esta ella, tan presente como mi condena. 


Entre risas y un juego me regalo su primer beso y con él, su corazón. 

Cuan enamorados estábamos, que envidiosa la luna de nosotros se ocultó. 


Oscura la noche se encontraba, 

pero no fue impedimento para sellar nuestro pacto, 

aquel pacto eterno que ato mi corazón. 

Pero el egoísmo y sosiego de la luna era mayor, 

que de un arrebato de ira de ti me separo.


Oh! mi dulce princesa, tan cerca pero tan lejos, 

hoy por ti me encuentro vago en las calles, 

grito por ti, sufro por verte y tenerte. 

Es que no me es suficiente, el saber de tu muerte.


Hoy, frío y con una eternidad de soledad me ha dejado la impostora, 

hoy acompaño a los desdichados que le rompieron el corazón, a que recuerden las palabras que el viento... yo.... se llevó.

BrevesWhere stories live. Discover now