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*leer nota al final*

day five

YoonGi

Abrí con lentitud los ojos y no vi nada más que oscuridad. Una punzada en mi cabeza me hizo entrecerrar los ojos, suspiré sin poder ver nada y me paré de la tierra tanteando mis bolsillos en busca de mi mechera.

¿Dónde rayos estaban todos? ¿Dónde estaba JiMin?

Encendí la mechera y sobé la parte trasera de mi cabeza sintiendo algo duro. Era como cuando te echabas mucho gel y luego de un tiempo se secaba, dejándote un parchote pegado. Ignorando esto, me giré en mí mismo tratando de ver algo cerca.

La mechera dejó de alumbrar el lugar y recordé todo.

En medio de la oscuridad, bajé la cabeza unos segundos y salí de la carpa en busca de velas. El nudo en mi garganta no me dejaba siquiera sollozar y mis ojos estaban llenos de lágrimas que no me permitían ver, a pesar de que me guiaba con la mechera.

Me acerqué a una de las cajas de Jin y saqué ocho velas, volví a la carpa evitando mirarlo.

Encendí las que pude, poniéndolas sobre unas pequeñas piedras, alrededor de la colcha.

— JiMin... —Lo llamé esperanzado de que me respondiera.

Su cuerpo estaba tendido a lo largo de la colcha, con una de sus manos sobre su estómago –donde estaba la herida- y la otra colgaba tocando la tierra. Su cabeza estaba en mi dirección, pero sus ojos estaban cerrados, y su pecho no se movía.

Mordí mi labio con fuerza poniéndome en su lado. Temeroso, agarré su mano para encontrarla impresionantemente helada.

— JiMin —Intenté moverlo — Despierta mi vida.

Apreté la mandíbula y miré su pálida mano. Sus uñas estaban un poco moradas y no conservaban el característico calor que siempre cargaba.

Mis ojos volvieron a picar y como lo venía haciendo desde que aquello pasó, lloré. Yo era un idiota. Un maldito hijo de puta que no supo cuidar a la persona más importante que tenía. Las cosas no habían salido nada bien desde un principio. O tal vez sí.

JiMin nunca había merecido sufrir, nunca. Estuvo años tolerando tanto dolor frente a mí y nunca me di cuenta. Yo realmente era un idiota. Y ahora no podría disculparme como era debido con él, porque estaba muerto.

No volvería a comprarle ese helado que tanto le gustaba. Tampoco podría molestarlo por su actitud tan infantil que, sin importar nada más, me encantaba. Él no me volvería a llamarme hyung. Su voz era solo un fantasma en mis oídos, que hacían eco y que cada vez, se escuchaba más y más lejana. Él era mi mundo. JiMin no merecía esto.

Ninguno de los chicos lo merecía.

Un brillo calló mi desconsolado llanto. Una llave estaba justo en la otra mano de JiMin, la cual tenía cerrada en un –no muy firme- puño, pero se lograba ver con mucha facilidad.

Sequé mis ojos con mis hombros y tome con cuidado la llave. La llave del auto de Jin. Pero eso no fue todo, no, no lo fue.

4.

Un poco desconcertado observé a JiMin y el objeto en mis manos simultáneamente, preguntándome en que momento JiMin habría encontrado esas llaves y el por qué no me lo había dicho –también ignorando el numero en la palma de su blanquecina mano-.

Quizás...

Arranqué una de las velas y salí pitado de la carpa, escaneando el lugar para descartar que alguien estuviera cerca, y abrí el baúl del carro.

7 Days |AU-BTS|Where stories live. Discover now