<< Uno >>

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JiMin estaba aterrorizado, los incesantes golpes en su puerta hacían que los latidos de su maltrecho corazón se desbocaran.

"¡Abre la puerta, maldito infeliz!" Se escuchó del otro lado, pero Park decidió hacer caso omiso a los rabiosos llamados.

Él conocía esa voz a la perfección, su padre cientos de veces le había insultado en ese mismo tono.

Y esta no sería la excepción.

"¡Te digo que abras, jodida escoria!" Volvió a gritar el demacrado Sr. Park. "¡O voy a tirar esta porquería de puerta!"

JiMin no se había acostumbrado a estos epidosodios a pesar de que se repetían con frecuencia, normalmente su padre iba una vez al mes para arrebatarle el poco dinero que conseguía trabajando de camarero, después de eso lo golpeaba, causando muchos moretones que luego eran objeto de burla cuando iba a la universidad.

Como estaba tan perdido en sus pensamientos no se dio cuenta en qué momento la puerta había sido derribada y, acto seguido, los fuertes pasos de su padre resonaban en todo su departamento.

"Pedazo de mierda, sal de donde quiera que estés" Maldijo su padre. "Si te encuentro juro que voy a matarte"

Park no hizo ningún ruido, ni siquiera su respiración podía ser escuchada, pero aún así, el hombre logró dar con él cuando abrió el armario detrás de la cocina.

Los pequeños ojos de JiMin reflejaron todo el terror que sentía hacia su padre.

"Te encontré, bastardo" Dijo su progenitor a la vez que esbozaba una sonrisa retorcida.

Park no pudo hacer nada, las grandes y asquerosas manos de aquel hombre lo habían botado al suelo, sus lágrimas tampoco tardaron en aparecer.

Intentó levantarse y huir, pero una fuerte patada en el estómago se lo impidió.

"¡Dame el dinero!" Gritó el hombre que se hacía llamar su padre.

"¡No tengo! ¡no tengo nada!" Sollozó mientras era arrastrado por el suelo, aquel sujeto lo había tomado de los cabellos.

"¡Y una mierda que te creo!" Vociferó el Sr. Park, mientras el horrible y ácido olor a alcohol entraba por las fosas nasales del de cuerpo delgado.

JiMin fue azotado duramemte contra la fría superficie, su cabeza fue la que mayormente sufrió el golpe, lo que produjo que su vista empezara a nublarse y dus ganas de vivir se redujeran al mínimo.

Él sabía que no iba a aguantar mucho de esa forma, sintiéndose un bicho raro en la universidad e inseguro dentro de las paredes de su casa.
¿Cuánto más tendría que soportar para alcanzar la paz que tanto anhelaba su corazón? ¿Dónde demonios estaba la felicidad que su primer amor le prometió?

"Si no tienes dinero, deberás pagarme con otra cosa" Declaró su padre.

JiMin comenzó a temblar, horrorizado, él sabía lo que eso significaba.

"Por favor, no..." Logró articular, protegiendo su cabeza con sus brazos a la par que luchaba para no caer inconsciente y darle el pase a aquel hombre para que hiciese lo que quisiera con él.

"Cállate, maldita perra" Agregó el sujeto, agachándose a la altura de JiMin para seguidamente arrancarle los pantalones de un tirón.

"D-déjame... Papá, por favor..." Volvió a suplicar, pero fue inútil, ese desquiciado ya estaba desabrochando la cremallera de sus jeans.

Él iba a hacerlo, iba a abusar de su maltrecho cuerpo de nuevo.

Inconscientemente, JiMin empezó a pedir ayuda, susurrando pequeños auxilio, con la voz rota, cosa que por fortuna el desquiciado hombre no escuchó.

Y, como si respondieran a todas sus súplicas, el robusto cuerpo de su padre fue derribado, cayendo a un par de metros de él producto del golpe que le propició el desconocido que ahora estaba en su casa.

"¿¡Cómo te atreves, mocoso!?" Escuchó que gritaba su padre, mientras él seguía en el piso, tratando de asimilar la situación, comenzando a levantarse de a poco.

Otro golpe resonó en su humilde hogar, y nuevamente el cuerpo de su padre se estrelló, esta vez con la pared que daba el paso a la cocina. Al parecer su padre estaba tan borracho que ni fuerzas tuvo para levantarse, solo se quedó allí, medio consciente de lo que pasaba.

"¿JiMin?" Oyó, y esa voz era tan parecida a la de él...

No, no podía ser él, él se había ido lejos, él estaba...

"JiMin, soy yo" El ahora alto y fornido pelinegro se acomodó a un lado del rubio, tomando entre sus grandes manos las delgadas mejillas de JiMin, obligándolo a mirarlo.

Park estaba estupefacto, sí era él.

"¿Kookie?" Se animó a preguntar.

"Así es, JiMinie" Y dicho esto lo estrechó en sus brazos, sintiendo los huesos del rubio bajo su tacto, mortificado por saber que su primer amor seguía sufriendo los constantes maltratos de su familia.

Estando allí, envuelto por el cálido cuerpo del pelinegro, JiMin se permitió llorar, al menos hasta que escuchó las sirenas de la policía acercarse, observando luego a JungKook con miedo.

"No temas, pequeño, ya estás a salvo, me aseguraré de que así sea"

Los policías entraron al lugar y arrestaron al padre de JiMin, llevándoselo casi a rastras producto de su extrema borrachera.

JiMin se quedó con JungKook todo el tiempo, escuchó como él declaró cómo habían sucedido las cosas y que en unos días él también debía ir a declarar a la estación de policías.

En unas horas la tranquilidad se apoderó de su cuerpo, por lo menos ahoea su su padre ya no estaba para molestarlo y JungKook estaba a su lado después de diez largos años...

Diez años.

Su promesa.

"¿Kookie?" Se atrevió a llamarlo.

"¿Qué sucede?" El pelinegro corrió a atenderlo. "¿Te sientes mal? ¿debería llevarte al hospital?"

"No, no..." Negó. "Yo, quería..."

"Puedes decírmelo, Chim" Dijo el alto, un poco más calmado. "Sabes que puedes contar conmigo"

Y se decidió a hacerlo, por muy asustado que estuviese, JiMin debía sacar esa espina de su corazón, quizá ya era tiempo de empezar a sanar.

"¿Por qué tardaste tanto?" Inquirió, con un nudo en la garganta, conteniendo las lágrimas que amenazaban por salir de sus ojos.

Jeon le miró largamente, finalmente suspiró de forma pesada y asintió.

"Está bien, voy a contártelo todo" Respondió Jeon, sumiendo a JiMin en un fuerte estado de curiosidad.

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