4. Ensimismados

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La segunda vez que Marco y Ace se habían visto, éste último ni siquiera lo reconoció. El rubio se encontraba en una oficina del restaurante, haciendo los balances del mes. No era una mala temporada, pero tampoco eran mejores los números de ese mes que los del anterior.

El pelinegro entró por accidente. Marco se sorprendió por primera vez en mucho tiempo. Thatch había mencionado que había contratado a alguien nuevo pero no pensó que fuera el chico ebrio del bar. Lo único que recordaba era que habían acordado que le pagaría en comida para él y su hermano más las propinas... lo cual era... un trato poco convencional.

— ¡Ah! Disculpa, creí que era el almacén — el chico hizo una pequeña reverencia y Marco arqueó las cejas. En su mente era difícil que ese chico fuera el mismo que llevó a rastras a media noche por la ciudad.

Ese mismo día, Ace tomó su pequeño receso para comer sentado afuera del restaurante, por la puerta de servicio, detrás de la fachada. El clima por primera vez en mucho tiempo era amigable, aunque apenas y calentara el suelo.

Devorando trozo tras trozo de carne fue como Marco lo encontró. Ver chico cómo tragaba, no, absorbía la comida, lo convenció de que, efectivamente, se trataba del mismo del bar. Tal fue su sorpresa que el cigarro que traía en la boca, listo para encender, cayó al suelo.

— Mierda — dijo en una voz más alta de la que pretendía y Ace paró sus movimientos voraces.

El pelinegro lo miró con los ojos abiertos como un búho, y un trozo de carne en la boca a medio masticar. De inmediato su cara se coloreó de un ligero rubor, y ahí es cuando Marco cayó en cuenta de que Ace le había reconocido.

— Um — el pelinegro engulló con dificultad el trozo de carne y después agregó nervioso — Tú eres...

— Marco, hermano de Thatch — se inclinó para recoger el cigarro del suelo.

Cuando lo colocó entre sus labios, escuchó un sonido metálico y levantó la mirada. Ace le sonreía abiertamente con el brazo estirado y un encendedor en la mano.

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Después de aquel incidente Marco veía al otro chico constantemente. Balanceando las charolas en sus manos y atendiendo cordialmente a los clientes, riendo en la cocina y haciendo ridículos y feos dibujos con su hermano en lugar de reprenderlo por no hacer la tarea. Ambos vivían prácticamente en el restaurante, y el mayor muchas veces le había preguntado a Thatch sobre eso.

— Sólo viven con su abuelo, un militar con un cargo alto o algo así — se encogió de hombros y vertió en la carne una botella de vino para marinarla.

— Ace no tiene una buena relación con el abuelo — dijo el cocinero otras veces.

— Honestamente, creo que se sienten solos. Ace, en especial — fue lo último que Thatch le había dicho a Marco, mientras hablaban en una reunión familiar.

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La mirada de Ace, por su parte, gravitaba siempre hacia donde se encontraba Marco. La mayoría de las veces, cuando el pelinegro lo miraba sin que el otro se diera cuenta, la mirada de Marco siempre estaba perdida en el espacio, en algún punto de la pared o en alguna letra de los documentos que solía revisar. Transcurrían los segundos, a veces minutos y él seguía en aquel estado de estupor. Después volvía a enfocar su visión, sacudía la cabeza y continuaba con sus tareas.

Por medio de Thatch, Ace se enteró de que Marco era como "mamá gallina". Palabras de Thatch, no de él.

— Desde que Oyaji comenzó a enfermarse por trabajar tanto, Marco decidió que lo ayudaría con la administración del orfanato y todas las demás tareas — hablaba tomando una copa de vino en la cocina.

— A veces le digo que debería contratar a alguien, pero se rehúsa porque estamos cortos de dinero — suspiraba el cocinero mientras el chico tallaba las cacerolas en el fregadero.

— Se preocupa demasiado por todos menos por él — fue lo último que Thatch le había dicho a Ace.

No es un crimen (aunque lo parezca) [Marco/Ace]Where stories live. Discover now