40. Condolencias innecesarias

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*Lindas, antes que nada, quiero dejar claro mi respeto a la comunidad gay mismo que ya había reiterado desde el capítulo llamado "Arcoiris", éste capítulo puede contener algunas palabras ofensivas, pero las agregué poniéndome en los zapatos del personaje, de ninguna manera pienso así en lo personal. Las amo y aquí está.*


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~Sophie~
Estaba en shock, parecía que el mundo se había detenido y no veía con claridad, las lágrimas me lo impedían, tampoco escuchaba, mis sentidos estaban en pausa. Desde que John se había ido las cosas empeoraron, quería gritar, él me daba paz y ya no estaba aquí conmigo para hacerme compañía. No supe cómo ni cuando, de repente vi a Freddie frente a mi llorando, mirándome con pena, era otro, éramos otros.

—Sophie, tenemos que estar allá a las 6:00pm, necesitas darte una ducha y cambiarte de ropa cielo.

—No tengo deseos de asearme, ni de ir a ninguna parte–la ronquera en mi voz hacía doler mi garganta.

—Tenemos que velar a nuestra hija mi amor...–esa sola frase me llenó los ojos nuevamente.

—No quiero verla ahí, Freddie, ella debe estar aquí con su mami, no en una caja...

—Te ayudaré a arreglarte.

En verdad estaba mal, tanto que no tenía fuerzas para resistir todo lo que me estaba pasando, Freddie me llevó al baño, me quitó la ropa y deshizo mi peinado con mucho cuidado, ya tenía lista la tina y me cargo para meterme a ella. Me duchó ahí, él mismo sin el menor morbo. Mi esposo, a quien tanto necesité por años estaba al fin en el papel de esposo preocupado, era tarde, obligado por la culpa que seguramente lo invadía y odié eso. Tanto tiempo yo hice lo mejor que pude para que pudieramos ser un matrimonio normal en las buenas y en las malas siendo la única en esforzarse mientras él gozaba de lo lindo apartado de mi, y ahora viene haciendo todo esto cuando el remordimiento es más fuerte que nada.
Me saco de ahí cuidadosamente, me seco el cuerpo, me puso la ropa interior y una blusa a botones negra, un pantalon a la cintura negro de campana. Peino mi cabello y lo dejo secarse. Intento maquillarme un poco, de cubrir mis ojeras y ojos hinchados, pero lo aparte y me puse unos lentes oscuros. Me dejo acostada en la cama y él se arregló rápidamente. Luego salimos de casa, él me abrazaba y yo se lo permitía, ni siquiera se por qué. Cuando llegamos a la capilla de velación, me quedé en medio mirando al fondo la pequeña caja blanca con dorado, ahí donde estarían los restos de mi bebita de ahora en adelante. Me aferré al brazo de Freddie para no caer clavando mis uñas en él,  caminamos firmemente al féretro y lo abrí. No debí hacerlo, en ese momento la cordura volvió a abandonarme.

—¡Noooo! ¡¡SÁQUENLA DE AQUÍ!! FREDDIE, SACA A NUESTRA HIJA DE AQUÍ, TE LO SUPLICO!!–grité y me abracé al ataúd mientras lloraba sin detenerme, sentí los brazos de Freddie rodearme y lo oí llorar conmigo.

—Mi amor, perdóname por lo que les hice, lo siento tanto... –susurró en mi oído, de inmediato sentí la necesidad de reclamarle justo eso, recelosa e indignada.

—¿Dónde estabas anoche?¿Con un hombre, verdad?–tragó saliva y bajó la mirada y arremetí— Ojalá te sea suficiente con ese perro maldito con el que me traicionaste, al que preferiste por encima de tu hija.

—¿Nunca vas a perdonarme, verdad?

—A quien le debes pedir perdón es a nuestra hija.

Freddie se apartó y me quedé mirando la preciosa cara de mi niña, dormida, con sus bellos ojos cafés cerrados para siempre... Sentí una mano en mi hombro y al girarme, estaba John, traía consigo una rosa y me dejé consolar por él, lo necesitaba más que nunca.

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