Capítulo 11

57 2 0
                                    

Un derecho es una prerrogativa. En su propio modo de ser cads cual posee su propia prerrogativa. No sub­estimemos las prerrogativas de los mediocres. Con­forme aumenta la altura, la vida es coda vez más dura: va en aumento el frío, y la responsabilidad. Toda cultura elevada es una pirámide; necesita asen­tarse en una ancha base; su requisito primordial es una mediocridad fuerte y sanamente consolidada. El artesanado, el comercio, la agricultura, la ciencia, la mayor parte del arte, todo lo que se designs con la palabra "actividad profesional", exige un término medio en las aptitudes y los afanes; todo esto estaría fuera de lugar entre los hombres excepcionales, el co­rrespondiente instinto sería incompatible tanto con el aristocratismo como con el anarquismo. El ser una utilidad pública, una rueda del engranaje, una función, es destino; no la sociedad, sino el tipo de felicidad accesible a los más hace de éstos máquinas inteligen­tes. Para el mediocre la mediocridad es una felicidad, y la maestría específica, la especialidad, un instinto natural. Sería absolutamente indigno del espíritu pro­fundo considerar la mediocridad en sí como una ob­jeción. Ells es la premisa capital de que pueda haber excepciones; toda cultura elevada está condicionada por eila. Si el hombre excepcional da precisamente a los mediocres un trato más considerado que a sí mismo y a sus congéneres, obra no sólo por cortesía y gentileza, sino en cumplimiento de su deter... ¿Quién me es más odioso entre la chusma de ahora? La chusma socialista, los apóstoles de los tshandalas que ‑socavan el instinto del trabajador, la satisfacción y conformidad del trabajador con su existencia estre­cha; que inculcan en él la envidia y le predican la venganza... La injusticia nunca reside en la desigual­dad de derechos, sino en la reivindicación de "igual­dad" de derechos... ¿Qué es lo malo? Ya lo dije: todo lo que proviene de la debilidad, la envidia y la venganza. El anarquista y el cristiano tienen un mismo origen...

58

En efecto, no es lo mismo mentir para conservar que mentir para destruir. Trazando un paralelo entre el cristiano y el anarquista, puede verse que su pro­pósito, su instinto está orientado exclusivamente hacia la destrucción. La prueba de esta tesis no hay más que leerla en el libro de la historic, donde la misma se hace patente con una claridad pavorosa. Si acabamos de conocer una legislación religiosa cuya finalidad su­prema era perpetuar la premisa capital de la vida prós­pera, una gran organización de la sociedad, el cristia­nismo ha encontrado su misión en poner fin a tal or­ganización porque en ella prosperaba la villa. Allí la cosecha de cordura, de larga experimentación a incer­tidumbre, debía ser recogida tan abundante a íntegra­mente como fuera posible y aprovechada al máximo; aquí, por el contrario, se envenenó la cosecha de la noche a la mañana... Lo que estaba aere perennius, el Imperio Romano, la más grandiosa organización que había existido jamás, en comparación con la cual todo lo anterior y todo lo posterior es chapucería y dile­tantismo, intentaron destruirla esos santos anarquis­tas con una empress "pía"; intentaron destruir "el mundo", esto es, el Imperio Romano, hasta que todo quedara deshecho; hasta que incluso germanos y otros patanes pudieron dar cuenta de él... El cristiano y el anarquista son décadents, incapaces de hacer otra cosa que disolver, emponzoñar, depauperar, desvitalizar; uno y otro personifican el instinto del odio mortal a todo lo que existe grande y perdurable, henchido de promesas de porvenir... El cristianismo fue el vampi­ro del Imperio Romano; desbarató de la noche a la mañana la realización tremenda de los romanos: con­quistar el terreno para una gran cultura que time tiempo. ¿No se comprende todavía lo que hay en todo esto? El Imperio Romano que conocemos; que la historic de 6a provincia romana nos enseña a cono­cer cada vez mejor; esta obra de arte más admirable del gran estilo era un comienzo, su construcción debía justificarse en términos de milenios; ¡jamás se ha construido así, ni siquiera soñado con construir así, sub specie aeterni! Esta organización era lo suficien­temente sólida para resistir los malos emperadores; el czar de las personas no debe intervenir en cosas semejantes: principio capital de todos los grandes ar­quitectos. Pero no era lo suficientemente sólida para resistir la forma más carrupta de la corrupción, al cristiano. Estos furtivos gusanos que con sigilo y am­bigüedad atacaban a todos los individuos y les chu­paban la seriedad para las verdatieras cosas, el instin­to de las realidades, estos seres cobardes, afeminados y dulzones enajenaron paso a paso las "almas" a esta construcción ingente; la enajenaron esos elementos valiosos, viriles y aristocráticos que en la causa de Roma sentían su propia causa, su propia seriedad y su propio orgullo. La gazmoñería beata, el sigilo de con­vento, conceptos sombríos como infierno, sacrificio del inocente, unia mystica en la ingestión de la san­gre y, sobre todo, la brasa lentamente atizada de la venganza, de la venganza tshandala‑ esto fue lo que acabó con Roma‑, el mismo tipo de religión que en su for­ma preexistente se había opuesto a Epicuro. Léase a Lu­crecio para comprender qué era lo que combatió Epi­curo: no al paganismo, sino al "cristianismo", es decir, la corrupción de las almas por los conceptos de culpa, castigo a inmortalidad. Combatió los cultos clandesti­nos, todo el cristianismo latente; negar la inmortalidad equivalía en aquel entonces a consumar una verdadera redención. Y Epicuro hubiera triunfado; todos los es­píritus respetables del Imperio Romano eran epicúreos; entonces, de pronto, apareció Pablo... Pablo, el odio tshandala a Roma, al "mundo" hecho carne y genio; el judío; el judío eterno por excelencia... Adivinó que con ayuda del pequeño y sectario movimiento cristiano divorciado del judaísmo sería posible provocar una "conflagración"; que por el símbolo "Dios clavado en la Cruz" sería posible galvanizar todo lo subterráneo, furtivo y subversivo, todo el legado de manejos anar­quistas dentro del Imperio, en un tremendo poder. "La salvación viene por los judíos". El cristianismo corno fórmula para sobrepujar, y compendiar los cultos clan­destinos de toda índole, los de Osiris, la Gran Madre, y de Mithras, por ejemplo: en esta comprensión radica el genio de Pablo. En esto la seguridad de su instinto era tal que haciendo implacable violencia' a la verdad puso los conceptos con los que fascinaban esas religio­nes para tshandalas en boca, y no sólo en boca del "Salvador" de su propia invención; puesto que hizo de él algo que aun un sacerdote de Mithras era capaz de entender...

EL ANTICRISTO-Friedrich NietzscheWhere stories live. Discover now