CAP 1: A man on the roof

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Otro caminante, y otro. Y otro más.

Demonios, estas cosas nunca se acaban. Los odio, putos. Los odio a todos y cada uno.

Suenan disparos no muy lejos, y todos los caminantes se acercan al edificio de en frente.

¿Quién es el idiota que está llamando la atención de los putos?

¿Cómo carajos voy salir de este edificio si siguen así?

Maldije por dentro y subí las escaleras, para llegar al último piso, que era más alto que el edificio del cual venían los disparos.

Me acerqué a una ventana, colocando una flecha en mi arco por si las dudas. Observé el edificio de en frente, había un tipo calvo disparando a caminantes por la calle.

¿¡Pero qué clase de tarado es ese, desperdiciando balas sin motivo!?

Lo apunté con mi arco, dispuesta a matarlo para que dejara de llamar la atención a caminantes, cuando varias otras personas aparecieron en aquella azotea, armando un pleito.

Observé atenta, el calvo golpeaba a todos los tipos hasta que llegó un tipo con uniforme de policía y lo esposó a un tubo grande.

Solté una risa sarcástica, al menos había controlado a ese tarado.

Me quedé observándolos por un buen tiempo, hasta que vi que un tipo moreno observaba atentamente hacia los caminantes de la calle con unos binoculares. Fruncí el ceño y traté de agudizar mi vista para ver qué sucedía.

Solo logré ver qué sucedió cuando los caminantes comenzaron a perseguir a dos hombres que subieron a una camioneta y se fueron del lugar.

¿Habían abandonado al resto?

Qué maricas.

No, hablé muy rápido.

Una especie de alarma de un auto comenzó a sonar, llamando la atención de los caminantes.

Luego vi que todos los de la azotea se fueron corriendo.

El moreno corrió hacia el calvo esposado, pero tropezó, cayó, lo miró unos segundos, se levantó y se fue corriendo, dejándolo ahí esposado.

Esperé a que volvieran por él, pero pasaron cinco minutos y nada, luego vi que los caminantes habían entrado al edificio de enfrente, y no tardarían mucho en subir las escaleras.

El sonido de la alarma de auto se fue alejando, junto a aquella camioneta.

Habían abandonado al calvo.

¿Qué clase de ser humano abandona a uno de su grupo en una terraza?

¡Eso es inhumano!

Hijos de puta, es por eso que yo ya no creo en la humanidad.

No creo que vaya a hacer esto. Pero no puedo dejarlo solo.

Eso me convertiría en un ser despreciable, sería peor que los que lo abandonaron.

Saqué de mi mochila un pedazo de cuerda, y me acerqué a la ventana, pues noté que un cable de luz o algo, se conectaba con el edificio de enfrente.

De acuerdo, esto es algo suicida, pero no hay otra opción.

Una vida sin riesgos es una vida no vivida.

Acomodé la cuerda sobre el cable y tomé cada extremo con una mano. Suicidio, ahí voy.

Me lancé de la ventana, permitiendo que la fricción entre el cable y la cuerda junto con la gravedad me llevaran hasta la terraza de aquel edificio.

Y funcionó.

Caí como un saco de papas en la terraza, pero no morí.

El hombre no notó mi presencia, estaba muy ocupado gritando a la nada, maldiciendo a todo y a todos.

Los caminantes trataron de quebrar la puerta, pero no lo lograron.

Al menos ese moreno idiota había hecho algo bien. Había trancado la puerta.

Genial, eso me compraba algo de tiempo.

Me acerqué a una caja de herramientas tiradas en el suelo, y tomé la sierra.

–¡Hey, idiota! –Lo llamé, haciendo que volteara a verme, exaltado. Le enseñé la sierra con una mano y el me miró con una gran esperanza en su mirada.

–Primor, ayúdame. –Dijo, mirándome.- ¡No puedes dejarme con ellos, no es humano!

–Eso lo sé. –Dije, aproximándome hacia él.- No soy como esos tarados que te dejaron. Quédate quieto.

Obedeció y corté la cadena que lo esposaba al tubo. Luego lancé la sierra a un lado y me levanté.

–Bien, eres libre. Vete y busca una manera de ganarte la vida. –Saqué un cuchillo de mi cinturón y lo dejé a su lado, para luego comenzar a caminar lejos del tipo.

–¡Primor, espera!

Lo ignoré y caminé hasta el borde de la terraza, que conectaba con la terraza de otro edificio, quizás unos pocos pisos más pequeño.

No moriré si salto.

Tomé un suspiro y salté a la otra terraza, cayendo con un volteo como los que hacen los niños en la clase de deportes en la escuela.

Me levanté, me limpié, y comencé a bajar las escaleras con mi arco y flecha en manos, en caso de que hubiera caminantes.

La chica que enamoró a los DixonWhere stories live. Discover now