2. La tarea imposible

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Había pasado una semana y Hogwarts aún no se acostumbraba al nuevo Draco Malfoy.

Los alumnos de las diversas casas no podían evitar abrir los ojos como platos y cotillear por debajo cada vez que lo veían transitar por los pasillos del castillo. Era tan ilógico que todavía sorprendía. Nadie era indiferente ante su nuevo diámetro corporal.

Por su parte, el rubio estaba acostumbrado a ser el centro de atención. Desde pequeño, y al ser hijo único de una prestigiosa familia de linaje puro, se había habituado a ser observado con curiosidad, admiración, anhelo, envidia e incluso, con odio. Pero lamentablemente, ahora era el centro de la noticia por otros motivos, unos muy desagradables si le preguntan su opinión.

Sus conquistas de antaño lo miraban con repulsión y sus adversarios con burla. Sólo tenía a sus amigos, aunque no era decir mucho. Blaise había ocupado el puesto de "seductor" de las serpientes una vez que Draco cayó del trono, por lo que se encontraba muy enfrascado aprovechando su tiempo de popularidad con sus múltiples conquistas. Y Pansy desaparecía misteriosamente durante las tardes. Siempre se la veía llegar a la sala común con las mejillas arreboladas, dando respuestas evasivas acerca de su paradero. Sólo quedaba Theodore, el cual con su inocente honestidad, siempre le daba duros golpes a su autoestima ya demacrada.

Él solía acompañarlo fielmente durante el día, sin embargo, dicha mañana se había quedado dormido y caminaba solo al gran comedor, sabiendo que eso significaba exponerse a las ya rutinarias burlas de los leones.

-¡Hey Malfoy! ¿Te comiste un hipogrifo sin masticarlo? -gritó la comadreja a sus espaldas.

-No Ron, probablemente solo se tragó su ego -corrigió cara rajada.

Las risas estridentes de los gryffindor espectadores no se hicieron esperar, pero él no les daría el gusto de mostrarse afectado. Siguió caminando a paso firme, rogando mentalmente que las escuálidas tablas de aquellas viejas bancas soportaran nuevamente todos sus kilos.

-¿Qué tal? -preguntó alegremente Theo-. ¿Por qué te demoraste tanto en bajar?

-Me quedé dormido -contestó sin ánimos, apoyando la frente en la mesa.

-¿Te pesa la cabeza? -bromeó su amigo, engullendo un gran trozo de pastel.

-Me pesa todo. No sabes lo que es llevar casi doscientos kilos a cuestas -suspiró desganado-. Todo me cansa. Desde vestirme hasta subir dos míseros peldaños. Es denigrante.

-Me imagino -esbozó el slytherin, tocándose pensativamente la barbilla-. Quien sea el que te haya hecho esto ha de estar extasiado con los resultados.

Los ojos de Draco relampaguearon con un brillo asesino.

-Ni que lo digas. Mataré al bastardo. ¡Ni siquiera sé qué hacer para volver a mi figura! -exclamó pegando un fuerte puñetazo a la mesa, haciéndola temblar por completo, derramando algunos vasos de zumo de calabaza en sus compañeros, que reclamaron por lo alto.

-Tranquilo. Nada es para siempre.

El rubio exhaló derrotado.

-Lo sé. Pero esta semana se me ha hecho una eternidad. Sin contar los serios problemas que me ha acarreado la abstinencia -confesó frustrado.

-Ya podrás desquitarte.

-Dalo por hecho.

Justo en dicho momento venía ingresando Blaise Zabini, con una enorme sonrisa de oreja a oreja en el rostro, propia de quienes han tenido una noche satisfactoria y agitada.

-¿A que no adivinan a quién me eché al bolsillo? -preguntó al tomar asiento justo al frente de los dos.

-Buenos días y no me interesa -se apresuró a aclarar Theodore-. No cuentes dinero frente a los pobres.

¿Malfoy?Where stories live. Discover now