4. Extraños pensamientos, insólitas consecuencias

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Los hechos que ocurrieron después de aquella afirmación se sucedieron en cámara lenta para Draco Malfoy. Vio como la sabelotodo Granger caía sobre sus rodillas al lado de la comadreja inconsciente, sollozando preocupadamente, estampándole leves cachetadas para tratar hacerlo reaccionar. Por su parte, con los segundos aumentó la conmoción general de los espectadores, que pasaron de las risas al espanto, murmurando por lo bajo un supuesto homicidio.

Para colmo del rubio, de la nada apareció San Potter con su complejo de héroe griego, apuntándolo con su varita directo en el cuello, justo en el pliegue de su papada, lo que le enfureció en demasía, al punto de olvidar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Cuando estuvo a segundos de sentarse encima de cara rajada también, los chillidos de la directora McGonagall retornaron el tiempo a su velocidad habitual.

–¡Qué caracoles ha sucedido! –gritó la anciana logrando el silencio del público–. ¿Alguien me puede explicar a qué se debe semejante alboroto? ¡Por Merlín, señor Potter, baje su varita!

El aludido titubeó unos instantes, para bajarla lentamente a continuación, sin dejar de asesinarlo con la mirada. "Como si ese enclenque me fuera a dar miedo"pensó Draco, que estaba sopesando nuevamente la idea de aplastarlo también. Más tarde podría alegar que aquél ataque de furia era un efecto secundario de la poción.

–Verá profesora –comenzó Theo con aire natural–. Weasley comenzó a fastidiar a Draco con su "problema", una costumbre que se ha vuelto cada vez más constante si me permite agregar, y bueno, mi irracional amigo no lo aguantó así que se sentó encima de él a modo de venganza. Solo fue unos segundos, nada importante, de hecho era ilustrativo de cómo soportar casi doscientos kilos encima, y al parecer, fue demasiado para él.

–¿Se... se sentó encima de él? –inquirió reprimiendo una carcajada–. ¿Es verdad señorita Granger? –la muchacha se limitó a asentir silenciosamente–. Entonces no ha de ser algo grave. Llévenlo a la enfermería. Y usted, joven Malfoy, a mi oficina de inmediato.

Hermione y Harry se miraron entre si confundidos por el relajo de la señora, sin embargo, finalmente optaron por realizar un hechizo que hizo levitar el cuerpo de su amigo, el cual fue llevado por ambos con la señora Pomfrey.

–Te toca ir –le susurró Theodore, colocándole la mano en el hombro–. No creo que sea tan grave. Estoy seguro que estuvo a punto de partirse de la risa.

Draco bufó resignado y se encaminó al despacho de la directora, dispuesto a recibir nuevamente un discurso acerca de la prudencia y la humildad, dos virtudes que en él eran inexistentes. O al menos, lo eran hasta ese momento.

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Quedaban escasos cinco minutos para las siete y él ya se encontraba sentado en la biblioteca, tal como lo había acordado para la realización de aquel estúpido trabajo. "No seas idiota, después de lo que hiciste obviamente no vendrá, de seguro está cuidando de la debilucha comadreja y le pidió a la vieja loca que le cambiara de pareja"pensó con un inusitado sentimiento de decepción. ¿Qué le importaba si iba o no? Después de todo solo era la sabelotodo engreída de Granger, su eterna enemiga, a quien solo le debía odio y desprecio.

No obstante ello, justo cuando las manillas de su reloj de pulsera marcaron el siete y el doce, apareció su compañera en el lugar, entrando a paso rápido con una expresión insondable en el rostro.

–Viniste –esbozó sorprendido, observando como la muchacha tomaba asiento en la mesa, justo al frente de él.

–¿En eso quedamos, no? –inquirió con fastidio–. Tenemos un trabajo que realizar y no pienso reprobar, Malfoy.

¿Malfoy?Where stories live. Discover now