5. Lidiando con los propios demonios

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Todo se tornó surrealista, y ya no podía procesar lo que sus ojos acababan de presenciar, pues si se lo hubieran contando, no lo creería.

Malfoy literalmente se había desinflado delante de ella, recuperando su apariencia habitual. Su rostro, ahora afilado, estaba sutilmente coloreado en sus mejillas, mientras que sus orbes grises miraban atentamente la mesa, como si nunca hubiera visto en su vida un trozo de madera con cuatro patas.

No pudo evitar sentir un leve remezón en el pecho ante tal visión ¿tierna? del hurón botador. ¡Y es que no era para menos! Si bien el cuerpo del rubio había pasado de ser una bolita de grasa a un palo, sus ropas seguían siendo igual de holgadas, y caían en su cuerpo como si se tratase de un niño probándose la ropa de su padre, porque en estas circunstancias, Malfoy no llevaba a la ropa, la ropa lo llevaba a él.

"Un momento" se dijo interrumpiendo sus pensamientos al sentir un leve calorcillo en los labios. "¡Me besó! ¡Malfoy me besó!" Exclamó al recordar lo que había sucedido justo antes de aquella extraña metamorfosis, y ante tal descubrimiento, su corazón empezó a bombear sangre sonoramente, como un tambor de ceremonia africana. "¿Por qué no le giré la cabeza de una cachetada? ¿Por qué lo hizo? ¿Por qué no me molestó en lo absoluto?" se preguntaba con desesperación, sin encontrar la respuesta adecuada a ninguna de ellas.

Por su parte, Draco estaba perturbado ante el descubrimiento más increíble e insólito de su vida. ¡Se había enamorado! ¡Un Malfoy se había enamorado! Y lo que era peor de todo, ¡De una Gryffindor! ¡De Hermione Granger!. La mejor amiga de San Potter, la sangre sucia sabelotodo, la ex de la comadreja.

"La única que fue capaz de ver más allá de tus rollos" "La única que no se burló" recalcó su cerebro.

"Respira Draco, respira" se dijo tratando de aparentar normalidad, ya que hace bastantes segundos había dejado de llenar sus pulmones de aire. "Debe existir una explicación. Esto es... imposible" trataba de auto convencerse, aunque las snitchs que sentía en el estómago le indicaban lo contrario, y eso que fue un beso casto, casi empollón, ajeno a su usual comportamiento.

Levantó la mirada en cámara lenta, encontrándose con el rostro sorprendido de la muchacha, a la espera de una explicación aparentemente. "¿Qué mierda voy a hacer? ¿Qué mierda le voy a decir?" se preguntó angustiado, pues aunque no lo dijera a viva voz, en esos momentos prefería seguir siendo un tipo de panza abultada y cama reforzada que enfrentarse a lo que se le avecinaba. Definitivamente doscientos kilos eran menos problemáticos que su actual situación.

–Malfoy... –comenzó ella, no muy segura de lo que quería expresar–. Yo...

–Ya es tarde –interrumpió él, regresando con dificultad a su careta de inexpresividad–. Nos vemos mañana para terminar el trabajo.

–Si, el trabajo, pero –insistió nerviosa–. Malfoy qué...

–Nos vemos, Granger –atajó de nuevo, esquivando su mirada y recogiendo sus pertenencias a la velocidad de la luz.

Se levantó con dificultad del asiento ante su mirada pulsante. Para rematar su mala fortuna, además la ropa amenazaba con caer y dejarlo desnudo en plena biblioteca, lo que no le hacía ni pizca de gracia, pues no quería cumplir castigos con la señora Pince por infringir la moral y las buenas costumbres, por mucho que hubiera recuperado su antiguo cuerpo, el que no estaba nada de mal debía agregar.

–¡Espera! –exclamó ella, agarrando de su brazo inconscientemente, sin embargo, al notarlo, lo soltó como si el contacto la quemara–. Te llevas mi dibujo.

¿Malfoy?Where stories live. Discover now