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Otras dos semanas han pasado, Pimentel y yo hablamos a veces. Bueno, siendo honesto, no estamos hablando realmente, él dice "hey" y yo respondo con un "eh" u "hola", todo lo que puedo decir es que esto es un progreso. Pimentel sigue siendo una ostra que no puedo abrir pero al menos he conseguido hacer una pequeña grieta en su caparazón.

Ayer mismo, reflexioné sobre el porqué estoy haciendo todo esto, ¿por qué me esfuerzo tanto para lograr que se abra? Técnicamente podría renunciar a esta autoproclamada misión de demostrarle a Christopher que está equivocado, Pimentel no es malo por ser un inmigrante y tampoco es peligroso en lo absoluto, pero no puedo dar marcha atrás porque quiero que los demás también se den cuenta de ello, quiero que Christopher y las personas en general vean que Pimentel es como nosotros, entonces supongo que es correcto decir que mi loca misión no ha terminado.

La celebración de hoy por el próximo partido de soccer arruinó mi oportunidad de hablar con Pimentel a la hora de la salida, estamos en la cancha al aire libre y estoy sentado en las gradas. Todos en el equipo de fútbol ocupan los asientos más altos, somos como el César observando a todas las porristas que gritan y bailan, tengo que admitir que estas celebraciones me emocionaban en primer año pero ya me he cansado de la misma mierda, las porristas y la rutina de la mascota envejecen, es la misma coreografía del año pasado, las chicas medio vestidas ocupan la pista de baile, se divierten y ovacionan mientras la última canción pop del momento suena de fondo y la mascota rebota de arriba a abajo delante de todos haciendo todo lo posible porque la multitud la aclame, es como ver la repetición de una mala película.

—Me gusta la chica del extremo izquierdo —dice Alex con voz alta en mi oído, el ruido de todos hace que me sea difícil escucharlo.

—Sí —le respondo. Mantengo las cosas agradables porque Alex es un gran orador y no en el buen sentido.

—Sí —dice—. Es muy bonita, bonita y ardiente, ya sabes —sus dientes son enormes en su boca y una sonrisa de él se ve rara. Me vuelvo para mirar al grupo de porristas, no puedo decir de quien está hablando y no podría importarme menos.

—Entiendo —me sorprende que mi respuesta de una sola palabra impulse nuestra conversación.

—Me gustaría follarla —continua Alex—, en la pose del perrito y tirar de su cabello mientras se lo hago por detrás —me da un codazo—. ¡Apuesto a que no le importaría hacerlo con los dos!

Me alegro cuando el sonido de la trompeta interrumpe la charla sucia de Alex, la banda de la escuela comienza a caminar desde detrás de las gradas, los bateristas son los líderes y los siguen algunos saxofones y trompetistas. Steven, uno de los nuestros, salta de su asiento, bombea su puño arriba y abajo mientras grita en voz alta: —¡Trajeron a la banda!

—¡Trajeron a la banda!

—¡Esto es nuevo!

Alex se levanta para ver mejor, señala hacia la banda y otros cinco chicos lo siguen mientras gritan. Finalmente decido levantarme porque no quiero perderme lo que esta pasando. Debajo de nosotros, la banda ha hecho dos líneas paralelas que marcan una entrada desde un costado de la cancha, la verdad es que se están luciendo, no es la misma basura lenta que te hace querer taparte los oídos y morir de los años anteriores, el ritmo es rápido y está causando que todos a mi alrededor comiencen a gritar.

—Esto es una locura —Alex me mira con una amplia sonrisa.

—Diablos, sí —estoy tan emocionado como él.

—Todos griten —dice alguien desde el micrófono.

Todos en las gradas se vuelven locos, los gritos son tan fuertes que el suelo vibra, toda la escuela es una gran voz y parece que estamos siendo atacados por un altavoz de sonido envolvente.

Sin límites [Joerick]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora