La diferencia como salvación.

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II.
La diferencia como salvación.

1971.

En la casa Black jamás se volvió a escuchar el nombre de "Andrómeda" para nada, ni siquiera para maldecirla, simplemente era como si nunca hubiera nacido. En cambio, Alphard Black apareció en la puerta de su casa, seis meses después del "destierro" de Andrómeda, con una sonrisa torcida y ojos orgullosos.

— ¿Dónde está la salvación de esta familia? —gritó Alphard en cuanto Walburga le abrió la puerta.

— Buenas tardes, Alphard —gruñó la mujer. Alphard la miró con asombro, como si aquella no fuera su casa y le sorprendiera encontrarla ahí.

Alphard siempre pasaba desapercibida a su hermana, intencionalmente claro, no existía alguna persona que pasara desapercibida a Walburga.

— ¡Hermana! —Sonrió con hipocresía antes de darle unas palmaditas al hombro de Walburga, quién estaba incrédula, completamente estupefacta ante tanto escándalo en una persona—. ¿Dónde está mi sobrino? ¡Sirius! ¡Baja de ahí niño!

— ¡No, no, no! No quiero más escándalos en mi estancia, Alphard, sube, sabes cuál es su habitación.

El entrecejo fruncido de Walburga se pronunció aún más cuando Alphard la miró con verdadera sorpresa y una sonrisa burlona temblando en sus labios.

— ¡Por Salazar! Debes adorar esta... —señaló la estancia con un dedo y cara de desprecio, haciéndole rodar los ojos a Walburga— estancia, como para dejarme subir.

— Si, y no hagas que me arrepienta de dejarte hacerlo ¡Sube o lárgate, Alphard! —dijo con voz elevada, pero no lo suficiente como para ser un grito digno de Walburga Black. Alphard se rió a mandíbula suelta mientras caminaba con desgana a la escalera, tenía que educar a ese renacuajo para que no siguiera el mismo estúpido camino que su estúpido padre.

Cuando llegó a la habitación de Sirius, abrió la puerta sin tocar. El niño saltó en su lugar de la impresión, pero su semblante cambió cuando vio a su tío.

— ¡Tío Alphard! —exclamó entusiasta y corrió a abrazarlo.

— ¿Qué hay de nuevo? ¿Andrómeda ya se hizo tabú? —preguntó con una sonrisa floja. Sirius lo miró con los ojos más abiertos de lo normal, como advirtiendo con la mirada— ¿Qué? ¡Sigue siendo su sobrina! ¡Que lo supere! —bufó, ignorando su mirada, y se lanzó a la cama de Sirius, desordenando almohada, peluches, cojines y sábanas, para colmo incluso subió los pies a la cama, con zapatos.

— No es tabú, pero no cenaré si llego a mencionarla —dijo Sirius, guardando sus fichas redondas en el interior de un tablero de ajedrez.

—Ah —dijo Alphard con tristeza, haciendo un puchero con los labios—. Ya no podré llamarle así a mis hijas —suspiró, como si realmente le pesara.

Sirius lo miró de inmediato. El tío Alphard no era la clase de personas que tenía hijos, si a caso se daba el lote con algunas mujeres, nunca formalizará una relación, porque no existían. Alphard jamás tendría sexo con la misma persona dos veces, por más buena que estuviera. El hombre simplemente no era alguien a quien pudieras ver cómo un "señor padre".

— ¿¡Qué!? —preguntó Sirius, incrédulo y con ojos muy abiertos. Alphard se rió con fuerza al ver el rostro de su sobrino.

— No hablo en serio, jamás tendré hijos. Pero supongo que ya no será una opción en los próximos estirados —sonrió y se puso los brazos detrás de la cabeza. Sirius rió, entendiendo la referencia de estirados hacia todos los Black—. No importa de todas maneras que la borren del dichoso trapiz. Si Black se nace, Black se queda. Es como una maldición a la que, lamentablemente, ni una quemadura puede borrar. Andrómeda me agrada, que lastima que ya no puedas hablarle ni en el colegio.

Sirius Black © [Wolfstar]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora