☼2☼

1.6K 156 35
                                    

EL VIAJE QUE NOS UNE Y NOS SEPARA

La expresión de David Alberto es capaz de leerse desde la distancia y vaya que era mejor mantenerla así para no recibir alguna clase de comentario impropio o un insulto bien elaborado, sin caer a lo vulgar claro. La forma en que mira al frente con sus cejas juntas por lo mucho que frunce el ceño, la mueca de total desagrado e incomodidad, más sus brazos cruzados a la altura del pecho, deja en claro que al verse sentado al lado de su hermana por tercera ocasión, no era lo que esperaba.

Arlyn ha hecho un trabajo impresionante ignorando al cascarrabias de su mellizo, sin embargo, no puede evitar maldecir por lo bajo cada vez que él se remueve en su asiento, golpeándole por accidente (al menos eso espera) con los codos.

Los asientos son incomodos para David, tanto por la tela, como por el hecho que no son suaves ni desprenden un increíble aroma a lavanda, además el tener que llevar puesto el abrigo gris con interior de lana, hecho a la medida cabe aclarar, solo agravaba la situación. Ha comenzado a tener calor, pero no piensa retirárselo y hacer que su camisa toque lo sucio de esas cosas que han puesto como asiento. No es que tenga alguna clase de fobia a las bacterias o la suciedad, sin embargo, si puede evitarlas, no dudara en hacerlo.

Echa la cabeza hacia atrás, apoyando la nuca en el respaldo y suelta un resoplido; sigue sin creer que su padre le mandara a los asientos de turista junto a su hermana y cuando pregunto el "por qué", la única respuesta que le dio su papá ante su obvia inconformidad fue: "No hay más que solo dos boletos para la primera clase, tendrás que ir con ella", después de eso le palmeo el hombro, sonriendo con una amabilidad falsa y se fue a comprar dos boletos de turista y uno de primera clase, donde de seguro le estarían sirviendo un buen coctel de camarón con pulpo.

Desde pequeño, al menos hasta donde recuerda, siempre viajó con su padre en primera clase, igual que Arlyn y su madre, los viajes de familia siempre fueron así y era increíble. José Luis, su padre, no detesta la clase turista, es solo que por su gordura, prefiere no incomodar a la gente; según dice, David Alberto no le cree nada.

<<Maldito gordo de mierda, ¿por qué no la acompañas tú y te dedicas a rascarte las verijas como siempre haces? Ha, claro, que tu pansa no te deja, ¿verdad? >> Eso le hubiera encantado responder, pero no quería ser golpeado hasta la muerte con la edad de veinte años, a punto de cumplir los veintiuno; definitivamente eso iba a ser muy vergonzoso.

David se descruza de brazos, enderezando su cuerpo para encorvarlo hacia enfrente y poder sostener su cabeza con ambas manos, Arlyn le volteó a ver y soltó un suspiro, él voltea haciendo una mueca. Sabe lo que su hermana quiere, pues se ve en su mirada; cumplir la petición que su madre les pidió: hablar.

¿De qué podía él, David Alberto Herrera Cabriales, hablar con su hermana, Arlyn Herrera Cabriales? De seguro ella no sabía nada de política, tampoco sobre la crisis que el estado estaba sufriendo por la baja venta de algodón, ya que es el primer material prima que se produce en las apreciadas tierras, dejando de lado el ganado. El cual ha aumentado; no tiene nada de malo que el negocio aumente, sin embargo, muchos terrenos con buena tierra se están viendo afectados.

Por otro lado, podría hablar con su hermana sobre música. Ambos tocan instrumentos musicales los cuales no son los mismos, pero definitivamente sonaban bien juntos, pasan mucho tiempo practicando y está seguro haberle escuchado escuchar bandas de su gusto. Bueno, mejor partir de lo seguro a cagarla apenas empezando.

— ¿Grupo musical favorito y por qué? —Arlyn, que había bajado la mirada al celular, voltea a verle extrañada, él rodó los ojos. ¿En serio le tiene que explicar todo?— Mamá quiere que platiquemos, así que el único tema que encontré para que nosotros no nos vayamos a los golpes e insultos, es la música.

EL Caso Algodonero; La Ninochka de DavidWhere stories live. Discover now