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NO HAY MEJOR TRABAJADOR QUE AQUEL QUE POSEE VOLUNTAD

La cena del día anterior fue agradable, hubo buena comida y un ambiente cálido envolvió el momento, algo que David y Begum disfrutaron muchísimo; el primero por estar rodeado de personas queridas y que los temas normalmente hablados con su familia no fueron mencionados en ningún momento; el segundo, por poder cenar en una mesa como una persona normal.

Igual que la primera noche, David Alberto la subió a la cama en la madrugada para aparentar que estaban durmiendo juntos e igual que ese primer día, ella no pudo volver a dormir. Claro que le ayudó muchísimo el haber tomado una siesta en la tarde, pues así aunque no durmiera no iba a estar cabeceando al día siguiente, pero también le pasó a perjudicar ya que estuvo consiente en todo momento y más cuando su joven Imre se movía.

Y vaya que se movía: le abrazaba, le movía el cabello, se giraba o sufría de repentinos movimientos involuntarios entre sueños, posiblemente pesadillas o algo similar, incluso el soñar que tropezaba o caía. Para lograr calmarle en determinado punto de la noche, se giró y le encaró, sorprendiéndose al ver que su joven Imre estaba llorando. No sonoramente, pero había lágrimas y una expresión de dolor genuino.

Con suma calma le comenzó a acariciar el cabello y ligeramente el rostro, retirando así las lágrimas. Fue un momento muy lindo; ver a su orgulloso Imre que no deja de insultarla o denigrarla, ser tan frágil y sensible, como un infante. No lo iba a negar, se sintió con poder, pero eso no significa que iba abusar de ello; no iba a ser igual que esas personas en los tiempos de ajuste.

Cuando fue la hora de levantarse, ella se levantó de lo más normal, tomó un cambio de ropa y se fue a bañar, al salir del baño David Alberto ya no estaba en la cama. Lo encontró en la sala junto con Linda, quien le mostraba con mucho entusiasmo algo en la pantalla de su celular, el Imre daba su opinión de forma neutra y sugería algunos cambios, todo sin hacer una mueca o decir algún comentario grosero. Eso le sorprendió a Begum, pero de igual forma lo entendió: el joven se estaba disculpando con la hija de Luis sin la necesidad de decir "lo siento".

Ahora, en camino hacia el terreno que han dejado los abuelos maternos a David Alberto, Begum hojea una revista que Luis ha comprado en una tienda de paso. Son puros temas de farándula, la vida de famosos no es de su incumbencia y no le llama la atención ninguno, pero de eso a no hacer nada prefiere seguir leyendo porque persona "x" se ha divorciado de "y".

David Alberto mira sin mucho entusiasmo las publicaciones de casas en renta y venta que han sido guardadas, la mayoría de estas cumplen con lo que él ha solicitado, pero ninguna cumple con lo que quiere en realidad. Estéticamente están perfectas, pero la ubicación o el terreno no eran eficientes. Tal vez lo ve así por el sueño que tuvo o porque la idea de ver en donde sus abuelos vivieron le llena de... ¿felicidad? Iba a tener un poco de ellos, alguna foto o un mueble, algo que le hiciera recobrar un vago recuerdo.

Luis se adentra a una calle mal pavimentada, muy comunes en su ciudad sinceramente y eso ya no le molesta, un buen carro no iba a tener problemas con semejante camino. Las casas que ve en el camino le dejan maravillado, en muchas de ellas ha observado hasta piscinas y fuentes, obviamente personas de gran poder se han hecho con los terrenos de ahí y eso le alienta.

Seguramente sus abuelos estuvieron forrados de dinero e hicieron una increíble mansión, pero cuando su chofer se detiene enfrente de un gran terreno las esperanzas de David Alberto revientan cual globo. No iba admitir en voz alta que ver aquel lugar tan abandonado y lleno de yerba mala no le provocaba querer gritar, maldecir e ir en busca de su padre para golpearle en la cara por haberle impedido ayudar. Pudo haber hecho algo, ¿no? Alguna diferencia.

Claro que no; en aquellos años era solo un niño, de nada iba a servirle a sus abuelos, sin embargo, ahora que puede hacer algo ellos ya no están. Eso le molesta, mucho.

EL Caso Algodonero; La Ninochka de DavidWhere stories live. Discover now