Capítulo 27: Mentiroso.

80 10 6
                                    

No puedo creer lo estúpida que era. ¿En serio no lo sabía?

—Bien, ya estamos lejos. Ahora quiero que me digas qué haces aquí.

Vivo aquí desde hace años. Tú eres la impostora. 

Tapo mi nariz, y él gruñe.

—Lo siento, no me acostumbro a ese asqueroso olor.

Tú hueles a muerta. 

—Y tú a perro —reconozco—. No importa. Dime, ¿te conozco?

Sí, pero no soy tan estúpido para decirte quién soy. 

Mi peludo amigo se sienta, y lanza un bufido.

—¿Qué quieres? —comienzo a susurrar, siendo consciente de que estamos un poco cerca del campamento improvisado.

Quiero que te vayas. No puedes estar aquí, lo sabes. 

—¡Es que no puedo irme! Entiende, lobo, necesito la estancia.

Sabes las reglas. Si alguno de mi manada te ve…

—Mira, por favor, cúbreme. Te daré lo que quieras, pero hazlo. Necesito estar aquí.

¿Por qué?

—Es… personal.

Si no me dices, te voy a delatar. 

—¡Bien! Cielos, qué curioso. —Cierro mis ojos con fuerza, y me aseguro de demostrarle todo mi odio con una mirada—. Verás, me iban a obligar a casarme con un estúpido rey y bueno… me negué. Él está loco, y trató de forzarme. Por eso estoy aquí. En verdad, necesito estar en esta ciudad.

El maldito perro gigante se me queda viendo como si fuese un enigma. Estoy segura que he visto su color de ojos claros en algún lugar, pero no estoy segura.

Bien, diré que es una falsa alarma. Sin embargo, ahora me debes un favor. 

—De acuerdo. —Pongo los ojos en blanco—. Ya casi amanece. Debes irte.

El enorme animal se pone de pie, y asiente una vez con su cabeza peluda. Luego, se va corriendo adentrándose más en el bosque.

¿Ahora qué voy a hacer?  Necesito saber quién es ese estúpido lobo. Ellos y sus egos. 

—¿Celina? —reconozco la voz de Brenda.

—¿Sí?

—Es muy temprano. ¿Desde qué hora estás aquí?

—Acabo de despertar —miento, dándome la vuelta—. Ese colchón es muy incómodo, no pude dormir mucho.

—Dímelo a mí —Mariana aparece con ojos soñolientos mientras bosteza—. No pude traer una maldita almohada. No aguanto el dolor en mi cuello.

—Bueno, un baño no nos vendría mal —propongo—. ¿Saben de algún río?

—Hay uno aquí cerca —uno de los gemelos aparece sin previo aviso, sonriendo—, pero primero podrían preparar algo para desayunar.

LABIOS CARMESÍ © | TERMINADA حيث تعيش القصص. اكتشف الآن