Cartas a mi amor (I)

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Dicen que no hay mejor (o peor) cosa, que un escritor enamorado. Sí la hay. Una escritora enamorada.


No soy sexista, en lo absoluto. Mis respetos a las mujeres y a lo que somos son infinitos, y he aprendido que aunque nuestros géneros sean distintos, no nos hace inferiores ni superiores. Pero hay que admitir que hay varias mujeres que van por la vida con los sentimientos a flor de piel, sollozando con todas sus fuerzas,  pero volviendo a ser felices tan pronto brota una palabra linda y de consuelo ajena. Creo que puedo identificarme como una de ellas, solo que me es más difícil ser consolada. Esto explica el porqué muchas veces estos escritos pasan tantos sentimientos, que otras personas pueden sentirlos en carne y hueso.



Para mí, las noches son peligrosas. A pesar de que nunca le tuve miedo a la oscuridad, ni siquiera a la edad donde aún me era desconocido lo que podría pasar, sabía que las noches tenían un sabor a peligro, a lo desconocido, al verdadero temor del ser humano. Tenía el sabor de la oportunidad de ser el cuchillo que clavas en un asalto, o ser el bolso que es robado, quizá la sexualidad abierta o robada a la fuerza, y en muchos otros casos, la desaparición de esta tierra o de los males de ella. Todos escapamos de algo en la noche, pero en mi caso, solo quiero y necesito escapar de mi mente. Y tú me ayudas con eso, mi amor.




Por ahora, estoy concentrada en una frase que no me deja de recordar a este amor tan maravilloso y perfecto que tengo guardado en el corazón, a esta persona que siento tatuada en mi piel a base de besos, toques y palabras de amor, a esta sensación añorada y ahora, grabada en esta alma desesperada por un cariño y amor muy pocas veces sincero. Me recuerda tanto a esta persona, quien ahora está durmiendo y escapando de su realidad, que solo tengo el deseo y anhelo de salir de esta habitación y colarme en la suya, aunque me cueste el caminar a su casa en la oscura noche, en el tiempo donde todos estamos escapando de algo, y susurrarle al oído la frase hasta que cause algo en sus sueños. Sé que lo sentiría, que me sentiría contra su cuerpo, porque lo reconoce a la perfección.




Jaime Sabines, un gran escritor cuyos sentimientos puedo compararlos con los míos, le escribió a su esposa Chepita unas cartas llenas de tal amor, que la soledad de uno se enamora de ellas y desea que hubiera sido recibidas en persona. Este es el fragmento de la primer carta que leí y que conmovió este pequeño gran corazón.



"¿Por qué eres tan hermosa? ¿Te acunaron en versos? ¿Leche de flor bebiste? ¿Quién te modeló sobre mi corazón, quién te tatuó sobre mis ojos?"


Chepita, querida, tu hombre no te dió muchas alegrías, pero los versos de tu escritor enamorado son cosas que desearía brindarle a mi amor.


Y mi amor, eres la Chepita que me hacía falta.




Quizá no soy un Sabines con las letras, pero no cabe duda que me sacas mi lado poeta. Como sea, la frase me recuerda tanto el amor que le hacía falta a este corazón dañado, roto, despedazado y casi dado por muerto, que ahora está recuperándose y llenándose de estas alegrías y estas ganas de vivir que ahora uno pierde desde incluso la infancia. Ese amor que solo tú, mi único, me has dado este tiempo juntos y que hacen a esta poeta regocijarse en un nirvana nunca antes visto.




Gracias, mi amor, por hacer que esta escritora y poeta deje salir sus palabras ocultas y vaya a perseguir unas nuevas, que lo más probable, las rescate y escriba para ti. Nunca dudes de cuánto has hechizado mi cuerpo y mi alma, ni de cuánto he de sentirme feliz a tu lado como para dedicarte estas letras.





Con amor, tu pequeña escritora.


Con amor, tu pequeña escritora

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Dedicado a: Cesar_Meza3722

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