Capítulo 11: Cosa de omegas

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A Clive le gustaba tomarse tiempo en la bañera.

William había salido.  Tenía que arreglar algún asunto de negocios.  Keith estaba coordinando el lavado semanal de cortinas y colchas y la habitación principal y por tanto su baño estaban en absoluta calma.

Esa mujer no podía ser inofensiva de ningún modo.  Ninguna persona inofensiva mantenía en sus garras durante más de veinte años a otra impidiéndole formar su propia familia. 

Levantó la pierna para asearse bien sus partes íntimas.  Tenía que estar preparado para cuando esa mujer volviese.  Pero con el bebé no era el hombre más atractivo del mundo.

Estaba gordo y su culo se había puesto mucho más grande y redondeado.

Pero seguía contando con su labia y sobre todo, se sentía posesivo.

-¿Clive?

-Estoy en el baño.  No sabía que ibas a venir tan temprano, cielo.

William entró en el baño y se quedó mirando fascinado a su marido.  Su cuerpo, su piel brillante, sus nuevas curvas.

-Sólo iba a firmar un contrato, mañana es el bautizo y luego tenemos que ir a recoger la ropa. 

-Estaré listo enseguida.

-¿Esa agua sigue caliente?

-Sí.  Y le he echado sales con olor a rosas.  Me gusta.  Me relaja...

-Pareces muy relajado.

Clive se enjabonó los hombros.  Cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás.

-Más que anoche, sí.

-No me siento orgulloso de mi pasado con Elizabeth...

-Seguro que no la llamabas Elizabeth.  Sería Liz o Lizzy.  Además, la conozco.  Siempre me ha parecido una mujer de ética cuestionable.  Trataba a los demás como si fuesen inferiores.

-Por supuesto, la conoces.  Olvidaba eso.

-El día de tu cumpleaños no parecías tan... -Clive levantó el brazo, frotándose la axila – Voy a decir que no parecías tan propenso a apartarte de ella.  Fue grosera conmigo.  Esa mujer es realmente una maleducada.

-Pero esa noche no me fui con ella.  Lo sabes.  Muy bien.

-Por supuesto, no te sientes orgulloso.  Durante años estuviste con ella.  Sabía que habías tenido muchas pero no que... bueno, que fuese tan intenso con una de ellas.  Y que además el año pasado aún siguierais juntos.

Clive se levantó y se quedó de pies en la bañera.  El agua resbaló por su piel, las gotas brillando.  William salivó y su pene se engrosó presionando los pantalones. 

-Yo te ayudo, espera.

Sujetó la toalla caliente y la abrió.  Se acercó a su marido y le envolvió en la toalla.  Luego le tomó en brazos.

-Estás muy húmedo.  -dijo William con un tono de voz ronco.

-Y esto está muy caliente.

-¿La toalla?

-No se.  Respóndeme tu.

William gimió y en apenas cuatro pasos le trasladó desde la bañera a la cama.  Le acostó bocarriba y Clive gimió, abriendo las piernas. 

-Estás tan hermoso y atractivo como un pecado.

-Soy tu marido.  Tuyo para hacer cuanto desees.

William se acostó sobre él.  La ropa se pegó a la piel húmeda de Clive y tuvo ciertos problemas con su barriga.  Con una risa se colocó el bocarriba y sentó a Clive sobre su regazo.

-No quiero hacer daño al bebé.

Clive bajo la mirada, sonriendo.  Pero William detectó la inseguridad y el miedo en sus ojos.

-Ni a ti, amor.  Nunca te haría daño.  Eres lo más importante de mi vida.  Tu me salvaste...

-¿De Elizabeth? -Clive movió la cara pero William le sostuvo la barbilla.

-De mí mismo.  De mi amargura y de mi soledad.  Siempre me he sentido solo aunque durmiera acompañado.

Clive se mordió el labio.  Con las manos le desabrocho los pantalones y buscó en su interior.  Uso la mano derecha para sacar el pene de William.  Le encantaba su pene.  Era largo y grueso, y le gustaba su color, con su punta rosada y tierna. 

Agachó la cabeza y se lo metió en la boca.  William jadeó.

-Clive...

-Déjame -Clive levantó la cabeza, con un hilo de saliva entre sus labios y el glande de William – Quiero hacerlo.  Quiero dártelo.

William cerró los ojos, agarrando las sábanas.  Clive uso la lengua para recorrer la vena hinchada y sensible que iba desde la base hasta la punta y luego empezó a chuparle.  Mordió levemente el glande provocándole un rayo de placer y se lo metió entero en la boca. 

William gritó.  La boca y la garganta calientes y húmedas de Clive recibían su miembro con codicia.  Clive hizo succión y el alfa se sintió como un adolescente que hiciese eso por primera vez.

-Clive...

El joven siguió chupando.  Su propia erección presionaba las piernas de William.

-William... Méteme tus dedos -dijo con un hilo de voz antes de volver a meterse el pene en la boca.

William obedeció.  Con la mano izquierda buscó su entrada y empezó a acariciarle, metiendo y sacando los dedos hasta hacer a Clive gemir y casi perder el ritmo de su relación. 

Clive notó que William estaba a punto de correrse.  El miembro de su marido vibraba contra su paladar. 

-Mas rápido -le gimió.

William le metió cuatro dedos y Clive se dejó llevar, corriéndose y chupando con fuerza la punta de la verga de su alfa.

Cuando volvió a mirarle, toda su barbilla rebosaba y chorreaba de su semen.

-No tengo miedo a esa mujer -dijo entonces – que se atreva a venir. 

William le sujetó y le abrazó contra él. 

-Va a ser desagradable y tratará de intimidarte.

-Se tratar con malas víboras como ella.

-Clive, no.  Yo no me di cuenta de como era hasta el final.

-Tú eres el alfa.  Pero creo que esto es cosa de omegas.

Cuestión De Dos ||Wive||Zarry||Niam||Lason|| Historical-Fiction|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora