Capítulo I

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Louis miró el reloj por enésima vez. Suspiró.

Observó como el segundero recorría con avidez la superficie redonda, dejando atrás al minutero por mucho. Se mordió el labio y su impaciencia se hizo notar en el veloz movimiento arriba-abajo de sus piernas cruzadas.

Llevaba aproximadamente una hora en aquella sala de espera, aguardando a que la recepcionista detrás del escritorio de madera le indicara que podía pasar al consultorio. Sin embargo, ella no lo hizo en los últimos 50 minutos, ni mucho menos esperaba que lo hiciera ahora que retocaba sus uñas de un barniz gris claro. Miró nuevamente al reloj.

Conforme pasaban los minutos, su nerviosismo se hacía más evidente y la ansiedad le provocaba que se mordiera los labios.

Hace aproximadamente medio año, el celo del ojiazul había comenzado a cambiar de una forma... poco común. Sus síntomas habían rebasado por mucho a los que se consideran normales, y eso no hizo más que asustar al pequeño omega. Con el miedo de tener algún tumor o algo por el estilo, le contó a su madre, una ginecóloga con una bien merecida maestría en omegas mujeres. Esperaba que ella le dijera algo sobre lo que estaba padeciendo, pero ella le explicó que, de omegas mujeres a varones, había una gran diferencia que no le daba el crédito de diagnosticar lo que sea que tuviera.

Por supuesto, lo reprendió también. Tanto que Louis hubiera deseado no haber abierto la boca.

—¿¡Louis Tomlinson como se te ocurre!? —Exclamó enfada Johanna, desparramando sus feromonas molestas por toda la habitación de su único hijo—. ¡Yo, siendo una doctora conocida en el hospital y mi hijo no me dice nada acerca de sus celos! Louis, ¿eres consciente de que podría ser mortal incluso? ¡Y tú no pensabas decirme nada!

El más pequeño solo atinó a cerrar los ojos ante sus estridentes gritos. A pesar de ser una omega, tenía una voz tan fuerte como la de un alfa.

—¡Lo siento! Realmente creí que se me quitaría con el tiempo, pero esta semana estuvo peor y ya no sé qué hacer, incluso los supresores no ayudaron mucho —Se lamentó mirando los dedos de sus pies que apenas lograban rozar la alfombra—. En serio lo siento, debí decirte antes.

—Ay, Louis —Tomó asiento a su lado, guiándolo a su regazo. El ojiazul se acostó en sus piernas y sonrió cuando sintió las manos de su madre acariciándole los cabellos—. Cariño, no puedes seguir así. Tienes que ir al doctor.

—¿Me llevaras con alguna de tus amigas ginecólogas?

—Oh no, por supuesto que no cariño —Louis sintió alivio dentro de sí. De solo pensar que alguien le revisara ahí atrás le daba algo de vergüenza, y más si fueran las colegas de su madre—. Por más especializadas que estemos en omegas, es solo en mujeres. Tú tienes que ir a un urólogo.

Louis se incorporó de un jalón mirándola con espanto.

—¿Qué no son ellos los que se encargan de tratar a los alfas? —Preguntó temeroso.

—Normalmente, pero también hay urólogos especializados en omegas. Omegas varones y solo varones. —Johanna miró el techo pensando—. De hecho, creo que Carol conoce a uno de esos. Le llamaré enseguida.

Cuando su madre se retiró de su habitación, no pudo evitar que un escalofrío le recorriera la espalda. De solo imaginar que un alfa —ya que la mayoría de los urólogos son alfa por la misma cuestión de atender a su mismo género y un omega podría ser intimidado fácilmente— le pondría las manos encima para revisar su zona privada le ponía los pelos de punta. Tenía miedo, mucho miedo. En serio esperaba que la amiga de su madre no conociera a ningún especialista en omegas y que su madre no llegara gritando algo como...

El urólogo || L.S. (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora